Page 191 - Egipto TOMO 2
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EL EGIPTO SUPEKIOE 191
acabado se halla en las pilastras de Beni—Hassan, pueden seguirse paso á paso desde los
tiempos más antiguos, las columnas dóricas de forma análoga encierran determinados
elementos, cuyo sentido únicamente puede comprenderse, yendo á buscar su origen en las
dilatadas comarcas del suelo egipcio.
Ateniéndonos, pues, al precedente de Lepsius,
y ajustándonos á la luminosa exposición
que ha hecho de tales materias, haremos la debida distinción entre las construcciones
abiertas en la peña, que, por lo que al Egipto se refiere, tienen casi tanta importancia como
las de los sepulcros, y las realizadas con piedras cortadas, cuyas formas son mucho más
ricas. Para ello empezaremos por retroceder á la necrópoli de Memphis, en la cual se
encuentran las grutas más antiguas, y observáremos desde luego que para el sosten de los
techos sólo existen pilastras cuadradas muy sutiles, cuya forma y existencia son debidas al
deseo de que penetrara hasta la tercera y cuarta cámara del sepulcro la luz que únicamente
podía introducirse por la puerta. Para alcanzar semejante resultado, comenzóse por practicar
huecos en los muros de separación, que servían de soporte, y con ello tomó la forma de
pilastra la parte de la peña conservada, cuyo destino era evitar el hundimiento del techo,
convirtiéndose en arquitrabe, merced á su continuidad, la porción de muro existente entre la
parte superior del hueco y el arranque del techo. Más tarde, la necesidad de tener la mayor
cantidad de luz posible en el espacio situado en la parte posterior de las pilastras, indujo al
constructor á destruir los ángulos del soporte cuadrado, bien que, como en la época en que
se practicaron los huecos en la pared, no se continuaron hasta el arranque del arquitrabe las
nuevas caras de la pilastra, convertida en prisma de sección poligonal , á fin de conservar en
lo posible el sello de originalidad, para lo cual se dejó un fragmento cuadrado en la parte
más elevada. De esta suerte, conservando la tradición de la forma antigua, obtúvose un
nuevo elemento de enlace, perfectamente apropiado, altamente significativo y no ménos
armonioso, el abaco. La naciente columna se desprende del ábaco de una manera singular:
todas las caras sobre las cuales gravita, búllanse- ligeramente deprimidas, particularidad que
puede ya observarse, bien que de un modo aislado, en las pilastras de época primitiva.
Cortando ahora los ocho ángulos que resultaban de haber hecho desaparecer los cuatro
seis caras que encontramos también en Beni-
primeros, obtúvose la columna de diez y
Hassan. La dificultad práctica de igualar regularmente las diez y seis caras que se cortaban
en ángulo obtuso, y más aún, el deseo de ser sensible al ojo esta delicada división del fuste
en diez y seis, unida al de establecer sobre esta parte, cuya forma adquiría incesantemente
mayor importancia, un juego más animado de luz y de sombra, inspiraron finalmente la
idea de vaciar un tanto cada una de las caras, formando en ellas pequeñas canales que daban
como resultado el que los ángulos obtusos se cambiaran en aristas muy pronunciadas. No
podemos ocuparnos en este lugar en exponer con la extensión debida el por qué de no estar
escotados los faldones verticales que adornaban la cara anterior de las columnas, y de que
continuaran unidos, á manera de un resto no modificado de la pilastra primitiva, recibiendo al
propio tiempo, sin inconveniente, una ornamentación de jeroglíficos: ni la razón de que la