Page 106 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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propia Helena— , que por lo común pretendían dar noticia de cosas
que nadie podía saber o que contradecían la tradición corriente.
Quizá fuera en realidad un excéntrico de erudición pasmosa, aunque
falta de crítica, pero Hercher, que ha hecho de él un estudio crítico,
prefiere la alternativa de considerarlo un unverschämter Schwindler,
un desvergonzado embustero. Lo importante para nosotros es que una
obra así perdurara y fuera popular.
La educación y las exigencias de ésta en un mundo en que el
intelecto va decayendo y el saber va gradualmente menguando : éstas
son las condiciones que guían a la paradosis, y si reflexionamos unos
minutos sobre tal circunstancia, llegaremos a una conclusión de bas
tante importancia e interés.
En efecto, ¿de qué clase son los libros que la educación produce
y selecciona especialmente? Nosotros debiéramos saberlo, aunque no
hemos de olvidar que vivimos en una época o inmediatamente des
pués de una época en que la educación ha sido ilustrada, amiga del
progreso y atrevida. Al contrario, en los siglos que ahora nos ocupan,
que van del II al IX, la educación iba en lenta decadencia; era me
drosa y conservadora, y estaba desesperanzada.
En primer lugar, la enseñanza selecciona los clásicos que están
fuera de duda, no precisamente porque a algunos les gusten, sino
porque gozan de la aprobación general. En la escuela de Amelia
Sedley se leía a Shakespeare porque estaba bien, aunque no cabe
duda de que omitían una gran parte de sus obras y lo que quedaba
no les hacía muy felices. Nuestra paradosis griega ha conservado
como era debido a Homero y a Platón, a Demóstenes y a buen
número de los escritores áticos canónicos. Indudablemente le movía
más el sentido del deber que el gusto auténtico, pero, sea como fuere,
es manifiesto que hizo bien, y debiéramos felicitarnos de que tuviera
sentido del deber. En segundo lugar, la enseñanza selecciona y pro
duce manuales y auxiliares del saber. No es menester que me detenga
a examinar el importante lugar que ocupan en nuestra tradición. En
tercer lugar, si va más lejos, si llega más allá de los clásicos indu
dables y del simple tratado, tiende a escoger lo que es ortodoxo,
obvio y serio. Evita las clases de obras sobre las cuales suele haber
grandes diferencias de opinión, las obras que a unos les parecen llenas
de inspiración y a otros una solemne tontería ; evita la literatura que
tiene un pronunciado carácter personal, evita lo intensamente imagi