Page 158 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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IÖ2 GRECIA CLÁSICA Y MUNDO MODERNO
temente se sirve de la badila para castigar a los personajes de su
drama, con más denuncia que análisis sutil, pero al menos se en
cuentra el intento constante de despojar de sus arreos al general
o al hombre de Estado y poner al desnudo la pobre y frágil criatura
humana que debajo hay.
Ahora bien, este tono era muy comente en el siglo IV, aquella
época de desilusión. Era, sin duda, particularmente pronunciado entre
los intelectuales de Atenas, que en conjunto se oponían tradicional-
mente al demos gobernante y entre los cuales figuraban muchos aris
tócratas refugiados de Jonia y otros lugares. Por su parte, el demos
mismo parecía estar bastante orgulloso de sus grandes escritores y
filósofos, pero los apartaba resueltamente de la vida pública, igual
que en ciertos dominios británicos se dice que para un político es un
inconveniente haber recibido una instrucción superior a la elemental.
El gran público dejaba que los filósofos se ocuparan de los asuntos de
Dios, del alma, de las matemáticas et tout ce gdimatias4 à, pero no
los animaba a intervenir en política, ni a andar en cosas que de
verdad importaran. Una consecuencia de este divorcio entre el inte
lecto y la vida pública es que todos los intelectuales se muestren bas
tante capciosos para con las democracias en general y la de Atenas
en particular, que todos se inclinen un tanto a idealizar a los esparta
nos y a afirmar con énfasis que “no están maduras” las recompensas
públicas de que se les excluía. Podemos considerar característico el
hecho de que, en la Retórica, Aristóteles no haga nunca mención de
Demóstenes.
Pues bien, Teopompo hizo de Atenas su ciudad después de ser
expulsado de Quíos, donde nació, y donde él y su padre pertenecían
al partido oligárquico; y a mí me parece que la opinión corriente
que de él se tenía es simplemente que en su calidad de oligarca de
Quíos era naturalmente partidario de Esparta y anti-ateniense, si
bien, por lo que atañe a Macedonia, era inconsecuente en su actitud,
de un lado quizá por motivos interesados y, de otro, por su apego
a la “ retórica” . Confieso que esta explicación no me parece dar razón
de los hechos, y no puedo por menos de señalar que obtendremos
una imagen más consecuente de nuestro hombre concediendo pleno
crédito a lo que él dice de Antístenes, el fundador de la escuela
cínica.