Page 156 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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GRECIA  CLÁSICA  Y  MUNDO  MODERNO


      los  aticistas  le  censuran  constantemente  su  impropiedad  de  vocabu-
      Jario.
         Me  atrevo  a  pensar  que  todas  estas  reformas  eran  en  términos
      generales  acertadas.  Quiero  decir  que  si  nosotros,  con  nuestros  cono­
      cimientos  actuales,  hubiéramos  vivido  en  aquellos  tiempos,  creo  que
      nos  hubiéramos  declarado  de  acuerdo  con  Isócrates.  Y  tuvieron  éxito.
      Más  que  ningún  otro  escritor,  Éforo  y  Teopompo  formaron  el  con-
      cepto  de  la  historia  de  Grecia  que  el  hombre  medio  había  de  tener
      durante  muchos  siglos  después.  En  buena  medida  fundaron  la  fable
      convenue  que  vivía  en  la  conciencia  del  hombre  corriente.
         Es  curioso  que  el  resultado  no  fuera  mejor.  Las  reformas  y  méto­
      dos  estaban  todos  muy  en  su  punto,  pero  no  pudieron  convertir
      mentes  mediocres  en  grandes  espíritus.  Las  demás  condiciones  iban
      descaminadas.  Tengo  también  la  sospecha  de  que  Isócrates  cometió
      el  acostumbrado  error  del  educador  celoso :  se  empeñó  con  tanto
      ahinco  en  cuestiones  de  importancia  secundaria,  que  las  principales
      se  descuidaron.  No  cabe  duda  de  que  el  alumno  suyo  al  que  diera
      sobresaliente  había  de  ser  de  segunda  fila  con  toda  seguridad.
         No  es  que  Ëforo  y  Teopompo  se  asemejaran.  La  crítica  tradicio­
      nal  dice  — cito  por  Suidas—   que  “ Éforo  era  de  carácter  sencillo,  y  en
      el  modo  de  expresar  lo  que  tenía  que  decir  era  supino  y  moroso,  sin
      tensión;  Teopompo  era  de  carácter  seco  y  satírico,  en  la  dicción
      abundante,  fácil  e  impetuoso,  y  muy  franco  (φιλαλήθης)  en  sus  escritos,
      Isócrates  solía  decir  que  Teopompo  tenía  necesidad  de  freno  y  Éforo
      de  aguijón.”
         Tenía  necesidad  de  freno:  los  fragmentos,  considerados  en  con­
      junto,  aunque  no  presentan  gran  vivacidad  ni  encanto  de  estilo,  sí
      se  entregan  a  fraseología  descomedida.  Suidas  le  elogia  (y  el  profesor
      Bury  lo  censura)  por  el  interés  que  siente  por  las  razones  ocultas  que
      mueven  a  generales  y  políticos  y  sus  constantes  comentarios  sobre  el
      carácter  personal  de  éstos.  Los  fragmentos  corroboran  plenamente  esta
      crítica.  No  cabe  duda  de  que  era  pretencioso,  y  los  críticos  hablan
      con  severidad  de  sus  pecados  a  este  respecto.  Pero  no  debemos  echar
      en  olvido  que  un  escritor  moderno  no  tiene  necesidad  de  alabarse  a
      sí  mismo.  Lo  único  que  hace  es  ponerse  de  acuerdo  con  el  editor  para
      que  se  destine  una  determinada  suma  a  publicidad  y  habiéndose
      asegurado  así  de  que  se  tocarán  grandes  y  costosos  bombos  y   platillos
      puede  permitirse  el  lujo,  en  el  prólogo,  de  ser  más  modesto  que  una
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