Page 167 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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TEOPOMPO I 7 X
ir a comer a su casa. Día tras día ayudaba a los que le hacían peti
ciones, y se dice que iba siempre acompañado de dos o tres jóvenes
cargados de dinero suelto para darlo a los que se le acercaban a pe
dirle limosna. También dicen que solía pagar los funerales de los
pobres. Y ocurría con frecuencia que cuando veía mal vestido a un
ciudadano ordenaba a uno de sus jóvenes que cambiara su indumen
taria con la de éste. Naturalmente, su fama era grande y era el pri
mero entre los ciudadanos.”
Es un curioso retrato : Cimón era más providente que San Mar
tín, teniendo, por supuesto, una fortuna más cuantiosa que adminis
trar y una opinión pública más crítica que conciliar. Nunca hubiera
cuadrado al principal hombre de Atenas cortar su capa en dos o
darla a mendigos volviendo a casa -ρρο'ς. El stratèges que actuara
así no hubiera inspirado confianza.
Al repasar las críticas que se han hecho sobre Teopompo en épo
cas posteriores he tenido a veces la sospecha de que fue un incom-
prendido, no sólo en su actitud general hacia la historia, sino en
un detalle de estilo. No advirtiendo la veta cínica en nuestro autor,
críticos tardíos no comprendieron en qué pasajes practicaba la ironía.
A los críticos griegos posteriores se les escapan constantemente estos
matices por haber perdido en tan gran medida la agilidad mental.
La piedra de toque es un pasaje citado y condenado por Longino
basándose en que empieza por una descripción de cosas realmente
magníficas para descender luego a detalles tan mezquinos, que estro
pea su propio efecto. Describe la marcha de Jerjes :
Fragmento 263 (283a H). “ ¿Qué ciudad o raza de Asia había que
no enviara embajadas al rey? ¿Qué fruto de la tierra, qué obra de
arte rara y hermosa que no se la llevaran como presente? ¿Abun
dancia de preciosos tapices y capas de púrpura y de varios colores
y blancas, tiendas de oro con todo su ajuar, atavíos de ceremonia y
lechos? A esto hay que añadir vasijas de plata y de oro labrado
y copas y cráteras, algunas tachonadas de joyas, otras labradas de
un modo exquisito y caro. Y luego miríadas incontables de piezas
de armadura, griegas y extranjeras, un sinnúmero de muías y asnos,
reses cebadas para la matanza, galones y más galones de salsas, y
bolsas y sacos y papel para libros y otras cosas necesarias. Y canti-