Page 172 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
P. 172
Ι·;6 GRECIA CLÁSICA Y MUNDO MODERNO
y que sólo al echarse hacia atrás para contemplar su obra y refle
xionar sintió el impulso de proyectar de repente un foco de pene
trante verdad sobre un monumento de mendacidades y engaños. El
papiro sí tiene traza de ser efectivamente una obra de historiografía
exacta, reflexiva y detallada.
En cuanto a los juicios que formula sobre individuos, no hay
duda de que nuestros fragmentos son injustos con Teopompo. Tales
fragmentos son en su mayor parte citas hechas por Ateneo y por
otros a quienes interesaban los escándalos; pero cabe dudar de que
la escuela cínica fuera capaz — hasta quedar transformada por el
estoicismo— de una crítica sana, moral, de los hombres públicos.
La escuela cínica negaba todos los valores sociales públicos, pero es
principalmente por éstos por los que hay que juzgar la obra de
un hombre de gobierno. Los cínicos sólo se preocupaban del hombre
mismo. ¿Tenía las virtudes cardinales? ¿Tenía justicia, prudencia,
fortaleza y templanza? Y como para ellos la justicia era cosa harto
negativa, como la fortaleza consistía en soportar las penalidades, y la
prudencia en repudiar el mundo, se acabó por conceder una impor
tancia completamente desproporcionada a la templanza. Muchos anti
guos tenían propensión a juzgar a los políticos o a los filósofos al
modo que se dice que hoy juzgan los indios a los misioneros. Si
vive de arroz en el bazar y practica la meditación, es hombre piadoso ;
si vive con los “ sahibs” , come y bebe como ellos y ha de practicar
deportes para mantenerse en buena salud, entonces es inútil que
pretenda que es un hombre religioso ; es cosa completamente distinta.
A mi modo de ver, fueron los posteriores estoicos los que subsanaron
esta estrechez de miras cínica considerando que el hombre de Estado
era un hombre que había tomado sobre sí un gran servicio y que
debía ser juzgado en general por el modo en que lo había desem
peñado.
No cabe duda de que las monedas de la historia necesitan una
acuñación diferente. Pero la tarea era más ardua de lo que Teopompo
creía, y tampoco era él la persona completamente indicada para lle
varla a feliz término. Haría falta la fe de un gran filósofo o místico
para concebir una historia en que todos los valores secundarios se
desvanecieran para dejar subsistir únicamente los valores espirituales.
Haría falta la intuición y la fantasía de un gran dramaturgo o bien