Page 171 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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el sentido antiguo— es Tolstoy. En las contadas ocasiones en que se
ocupa de historia, el efecto es devastador. Unos cuantos pasajes de
La guerra y la paz y, sobre todo, su incomparable descripción de
las festividades franco-rusas en Toulon dejan exactamente esta im
presión de asilo de alienados. El grandioso espectáculo se vuelve falso,
sórdido y huero : los obesos y deformes militares en sus relucientes
y costosos uniformes, las expresiones de profundo afecto entre per-
sinas que consta que se detestan, el entusiasmo alcohólico, la hipó
crita ostentación de religiosidad y, allá al fondo, los proveedores, los
fabricantes de armamentos y los especuladores regocijándose con sus
ganancias. Es todo una farsa, pero es una farsa de una extraña cruel
dad, porque detrás de bastidores está la opresión y la miseria, el
“ knut” , la cárcel, la horca y la cámara del tormento y, al final, en
último término, la guerra. Es como uno de aquellos números del circo
romano en que se obligaba a criminales a tomar parte en tragedias
espectaculares que culminaban en su propia muerte, tragedias en que
los reyes y las coronas eran reyes fingidos y coronas postizas, pero
en que las víctimas que daban gritos y las fieras hambrientas que
las destrozaban eran de carne y hueso, de verdad, vivas y conscien
tes. En cierta disposición de ánimo no parece que hay más salida
que el camino seguido por los cínicos y los estoicos y por algunos
santos cristianos: dar un paso más en la repudiación de los valores
terrenos y negar que el dolor sea un mal. El dolor no es ni un bien
ni un mal, y sólo el bien y el mal son bueno y malo.
Ni Tolstoy, ni Diógenes, ni San Francisco hubieran hecho buenos
historiadores. Hay que creer un poco en la seriedad de la Feria de
las Vanidades para poder consagrar la vida a componer la crónica
de sus vicisitudes.
Si Teopompo hubiera sido un verdadero cínico, jamás se hubiera
dedicado a avanzar fatigosamente a través de cuarenta y ocho libros
en que se describen los solemnes desatinos de la humanidad. Pero no
era filósofo, sino únicamente un hombre de letras oprimido por la
mala ventura de su país y de toda su época, y fascinado por un
determinado filósofo de carácter firme y de grandes dotes de persua
sión. Es difícil emitir un juicio, dados nuestros escasos testimonios,
pero suponiendo que el papiro sea obra suya y comparándolo con las
citas, yo me atrevería a decir que por lo común entendió su relato
como la crónica seria de un acontecimiento histórico trascendental,