Page 170 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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GRECIA  CLÁSICA  Y  MUNDO  MODERNO
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      con  humorismo  acerbo  y  una  angosta  intensidad  de  visión,  que  ex­
      plica  en  parte  su  éxito  asombroso,  que  nada,  absolutamente  nada
      importa  excepto  el  alma,  y  que,  para  ésta,  todas  las  convenciones  de
      este  mundo  son  un  estorbo  y  no  una  ayuda.  El  camino  hacia  la
      vida  verdadera  consistía  en  borrar  toda  la  moneda  en  curso,  porque
      entonces  estaba  toda  mal  acuñada.  Las  cosas  llamadas  buenas  y  pre­
      ciosas  carecen  de  valor.  Los  hombres  llamados  reyes  son  en  realidad
      esclavos.  El  arte,  la  erudición,  las  riquezas  y  cosas  por  el  estilo  son
      todas  una  cárcel  y  una  ceguera  de  los  ojos.  El  orgullo  de  la  vida
      misma  es  la  vanitas  vanitatum.  La  verdadera  libertad  consiste  en  no
      tener  necesidades;  la  verdadera  felicidad,  en  estar  en  paz  con  Dios,
      Nuestros  hermanos  los  animales  nos  enseñan  el  verdadero  camino.
      A  Diógenes  mismo  le  hubiera  gustado  tener  tan  pocas  necesidades
      como  un  perro  o  una  rata,  pero  se  dio  cuenta  de  que  no  podía  pres­
      cindir  de  cuatro  cosas :  de  una  manta  para  abrigarse,  de  una  escu­
      dilla  para  comer,  de  una  alforja  para  sus  bienes  mundanos  y  de  un
      palo  para  tener  a  raya  a  los  perros  y  a  los  hombres  malvados.
         Ahora  bien,  la  verdad  es  que  la  historia  no  puede  permitirse
      mirar  las  cosas  de  esta  manera.  Por  tratar  de  las  vicitudes  de  un
      mundo  que  se  basa  en  gran  parte  en  la  lucha  por  la  vida  y  de  las
      acciones  de  los  que  se  sitúan  en  primer  plano  en  dicha  lucha,  su
      punto  de  partida  es  aceptar  los  patrones  vigentes  por  los  que  el
      mundo  mide  lo  que  es  importante  y  lo  que  no  lo  es.  La  riqueza,
      el  poder,  el  territorio  y  los  ejércitos  los  considera  bienes  indudables.
      Estudia  el  carácter  en  cuanto  tiene  efectos  prácticos,  pero  tiene  una
      terrible  propensión  a  desentenderse  por  completo  de  lo  que  los  grie­
      gos  solían  llamar  “el  alma” ,  y  a  proclamar  grandes  a  los  hombres
      fijándose  nada  más  que  en  los  resultados  que  consiguen.  Cuando
      se  la  estrecha  a  preguntas  acerca  de  cosas  como  la  virtud  o  la  religión
      o  la  verdad  filosófica,  es  propensa  a  enojarse  o  a  volverse  negativa  o
      hasta  francamente  anárquica.
         Apliqúense  a  la  historia  los  raseros  de  Antístenes  o  de  Zenón»
      para  no  hablar  del  Nuevo  Testamento,  y  aparecerá  como  un  caos  o
      una  casa  de  orates.  Entre  los  historiadores,  Carlyle  tiene  un  tanto
      de  cínico,  y  a  veces  aplica  tales  raseros  con  mucho  efecto,  pero,
      en  el  fondo,  aunque  satírico,  rinde  culto  a  la  fuerza  y  al  éxito,  y
      por  ello  se  encuentra  a  gusto  con  Cromwell,  Federico  el  Grande  y
      Danton.  Un  escritor  que  es  más  auténticamente  cínico  — claro  que  en
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