Page 169 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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TEOPOMPO 173
donde principalmente les pareciera a los filósofos que descubrían la
verdad, entre las cosas que έγένετο μέν ο’ΰποτε, εστι δ’ άει22.
Creo, pues, que este personaje bastante enigmático pasa a ocupar
el lugar que le corresponde en el desarrollo de la literatura griega en
cuanto lo entendemos como escritor que aprendió su estilo de Iso
crates, como intelectual jonio en rebelión contra una época en que
no había mucho lugar ni para el intelecto ni para Jonia, y , por
último, como historiador que tomó de los cínicos su concepto de la
vida y de los asuntos públicos. Tales corrientes no se fundían con
facilidad. Teopompo el cínico infringía las reglas de Isócrates em
pleando palabras raras y no áticas e incluso de una ordinariez vio
lenta; los isocráticos quebrantaban las reglas del Cinosarges por el
simple hecho de atender tanto a las pasadas futilidades y crímenes
de este vano mundo. Con todo, sí consiguió hacerse un estilo que
indujo al mundo a prestar atención y sometió efectivamente la mo
neda circulante de la historia a una implacable paracharaxis cínica.
Todo el siglo IV está teñido de ese sentir de desilusión que va
unido a una causa perdida. Atenas había fracasado; la polis griega
había fracasado, con todas sus ambiciones, sus piedades y sus ideales
d e deber cívico. Del mundo habían tomado posesión cosas más grue
sas y brutales. A comienzos del siglo IV, Platón había desviado su
entusiasmo cívico hacia utopías o hacia el otro mundo; Antístenes.
al desprecio de todo cuanto era objeto de admiración y blanco de
deseo, salvo la virtud personal; Arístipo, a la repudiación de todos
los valores ficticios, todos en realidad, aparte los placeres y dolores
reales del individuo. Quizá las nuevas filosofías no habían cobrad o
aún forma clara hasta la vejez de Teopompo. Para q u e el fermente
actuara hubo de pasar al menos una generación. En dichos momentos
encontramos a los epicúreos, que no consideran la vida pública o
cívica un deber, sino una tentación que engaña a los tontos lleván
dolos a la perdición ; a los estoicos, que, si bien admiten el deber
de servir al mundo, predican la absoluta nulidad de todas sus recom
pensas, y , más que ninguno, Diógenes, el principal seguidor de aquel
Antístenes a quien nuestro historiador tanto admiraba, recalcando
22 "Que nunca han ocurrido, pero que siempre son” . Salustio, ικρί θβών
mi χοσμοο, IV Nock.