Page 23 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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EL  HELENISMO                     27


         De  un  modo  más  visible  aún  influyó  el  drama  en  la  filosofía,
      Platon,  el  más  famoso  y  el  más  intensamente  característico  de  los  filó-
      sofos  griegos,  escribió  siempre  en  forma  dramática  y  — lo  que  es  más
      notable  aún—   rara  vez  o  nunca  concedió  toda  la  victoria  a  uno  de
      sus  dialogantes.  Salvo  en  ciertas  cuestiones  morales,  Platón  parece
      entender  siempre  la  verdad  no  como  una  proposición  que  hay  que
      conocer  con  certidumbre  y  luego  enunciar,  sino  como  un  fin  o  ideal
      al  que  hay  que  ir  acercándose  desde  uno  y  otro  lado,  que  se  va  com-
     prendiendo  cada  vez  mejor,  pero  que  al  parecer  nunca  se  alcanza  de
      un  modo  cierto  y  total.  Al  término  de  la  controversia  suele  dejar
     sin  formular  la  conclusión,  o  a  lo  sumo  la  deja  entrever  a  través  de
     alguna  fábula  o  metáfora.  A   partir  de  Platón,  el  diálogo  pasó  a  ser
      una  forma  corriente  en  los  escritos  filosóficos.  No  consigo  imaginar
     a  Jeremías  ni  a  Catón  ni  siquiera  a  Confucio  elevándose  a  la  altura
     de  esta  concepción,  y  mucho  menos  a  un  sabio  de  Egipto  o  de
      Babilonia.
        Hasta  ahora  hemos  venido  considerando  una  serie  de  cualidades
     que  están  unidas  por  un  nexo  causal :  el  derrumbamiento  de  las  orde-
     nadas  tradiciones  y  tabúes  tribuales  en  la  edad  heroica,  el  trasfondo
     desprovisto  de  lo  sacerdotal  y  lo  supersticioso,  la  consiguiente  falta
     de  dogmatismo  y  censura,  la  libertad  de  pensamiento  y  de  palabra,
     la  conciencia  de  que  nuestros  enemigos  tienen  algo  que  decir  por
     su  parte  y  que  se  los  debiera  comprender,  el  deleitarse  en  el  drama
     y  la  dialéctica  y,  por  último,  el  aprovechamiento  de  uno  y  de  otra
     corno  instrumentos  para  la  búsqueda  de  la  verdad.  Pues  bien,  ahora
     me  propongo  examinar  una  característica  completamente  distinta  de
     la  tradición  griega  escrita,  que  a  mi  juicio  se  debe  a  las  mismas  causas.
     Es  ésta:  que  tiene  una  nota  de  intimidad  mucho  más  acusada  que
     la  de  cualquier  nación  anterior,  y  muchísimo  mayor  de  lo  que  hay
     derecho  a  pedir  a  un  pueblo  en  condiciones  tan  primitivas.
        La  intimidad  es  una  cualidad  difícil  de  conseguir  incluso  para  el
     escritor  más  hábil.  Para  lograrla,  el  escritor  ha  de  poseer  un  absoluto
     dominio  del  instrumento  que  maneja  y  conocerse  a  sí  mismo  bastante
     bien.  Además,  ha  de  tener  confianza  en  su  público,  y,  sobre  todo,
     no  temer  que  cualquier  manifestación  suya  vaya  a  emplearse  contra
     él,  Estas  condiciones  casi  no  se  dieron  en  ninguna  civilización  antigua
     ni  medieval,  de  no  ser  dentro  de  ciertos  círculos  aristocráticos  privi­
     legiados.  La  vida  era  demasiado  peligrosa.  Los  hombres  estaban  de­
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