Page 26 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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sello distintivo de una civilización de gran altura. Supone no sola·*
mente una gran capacidad de expresión, sino, en medida mucho
mayor, la falta de temor. Sólo se puede hablar de un modo espon
táneo e íntimo cuando no se tiene miedo, miedo de espías, de ene
migos, de amigos que pueden cambiar de golpe y traicienarle a uno.
Piense el lector en la vida que se lleva en ciertos países modernos.
Recuérdense, por otra parte, la mayoría de los retratos medievales,
en los que nunca se encuentra un semblante franco y abierto. Yo
creo que el temor era el estado normal de la sociedad en la antigüe-
dad y en la Edad Media; algunas civilizaciones elevadas, aquí y allá,
se evadieron del temor durante breve tiempo, y su recompensa ha
sido la posibilidad de intimidad.
La “ secularidad” , con sus consecuencias en libertad de pensar
miento y de palabra; el teatro y la buena disposición a escuchar a
la parte contraria y a comprenderla; la intimidad y la falta de temor
en las relaciones sociales... A todas éstas permítaseme añadir ahora
otra característica de la tradición griega que realmente no es peculiar
de Grecia, pero que allí fue llevada a un grado de intensidad mayor,
que yo sepa, que en cualquier otra parte del mundo. Me refiero a lo
que cabría calificar de sello del artista o afán de perfección.* No es
una cualidad totalmente positiva. Es posible que en la Grecia antigua
hubiera demasiados certámenes y premios, premios al valor, a la
obra dramática, a la música y al canto, al atletismo de todas clases ;
y el hecho de que el premio pudiera consistir simplemente en una
corona de perejil o de olivo silvestre y que rara vez tuviera valor
pecuniario no hacía más que atizar el deseo de distinguirse. A veces
hace recordar el espíritu de los ejércitos napoleónicos, En ocasiones,
tal espíritu imprime a la vida una tensión febril o hasta la emponzoña
con la amargura de los celos. Pero en fin de cuentas es prodigio y
fuente de prodigios.
Cuando empezamos a leer a Platón y a Aristóteles, a todos nos
impresiona su supuesto básico, que no caen en la cuenta de discutir,
de que la vida es una τέχνη, un arte, o un cuerpo de τέχναι. Hay
modos buenos y modos malos de hacer zapatos, o naves, o leyes,
o versos, o acaso, en rigor, sólo hay un modo acertado u óptimo y
modos equivocados sin número. Me limitaré a examinar este hábito
mental en lo que atañe solamente a la tradición escrita, llamando la
atención del lector sobre dos distintos puntos al respecto. De un lado,