Page 24 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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28 GRECIA CLÁSICA Y MUNDO MODERNO
masiado expuestos a posibles delatores y enemigos. Ningún autor
del Antiguo Testamento nos hace objeto de sus confidencias ni
bromea sobre sí mismo. Menos todavía ocurre así, que yo sepa, en el
caso de los de Babilonia y Egipto, con la posible excepción quizá de
algunos narradores populares egipcios.
En cambio, es maravilloso el modo en que algunos de los escri-
tores clásicos griegos logran dársenos a conocer íntimamente, aunque
casi no hablan de sí mismos ni hacen confesiones detalladas ni deja
ron epistolario importante. Las Memorables de Jenofonte están reple
tas de rasgos de intimidad y llaneza. Los diálogos que se describen en
Platón son como la versión estilizada de las conversaciones que pueden
mantener estudiantes de universidad, conversaciones a las que se ha
idealizado, pero sin darles rigidez alguna ni quitarles nada de inti
midad. No cabe duda de que al leer la República se sienten ganas
de meter baza para echarle una reprimenda a Sócrates, pero nunca
se tiene la sensación de que, de haber estado presente, no se hubiera
tenido carta blanca para decir lo que apeteciera. Quizá se crea que
Glaucón y Polemarco se dejaban hipnotizar, pero no que de haber
empezado a poner una objeción se les hubiera hecho callar con un
murmullo de desaprobación t “ \ Pscht !, no interrumpir al Maestro.”
La misma sensación de intimidad se tiene en Aristófanes. Parece que
dice exactamente lo que piensa — sea ello trivial, serio, indignante,
poético o lo que fuere— sin parar mientes en su propia dignidad
ni sentir el temor de ser mal entendido. Por lo que atañe à las cartas
privadas, no hay en griego una colección de epístolas que pueda
compararse con las de Cicerón en punto a detalle personal o con las
de Hammurabi en volumen e importancia comercial. Pero los contados
fragmentos que se conservan, por ejemplo, de la correspondencia de
Epicuro con otros filósofos, con muchachos y mujeres jóvenes6 sor
prenden por su llaneza e intimidad.
A un amigo
25. Si no venís a verme, soy muy capaz de plantarme en cuatro
saltos en donde tú y Themista me mandéis comparecer.
A Leonción
32. Dios y salvador mío, Leonción queridísima, ¡ qué aplausos
estallaron al terminar de escucharse la lectura de tus cartas Î
à Epicurus, ed. C. Bailey: v. Fragments, págs. 127. 129.