Page 18 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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mitivos) con características humanas idealizadas. ‘‘No son los fabu-
losos titanes y gigantes quienes gobiernan el mundo” , exclamaba
Pelopidas, “ sino alguien que es Padre de todos los dioses y de todos
los hombres.” Los dioses antropomórficos de la Grecia clásica no re
presentan una religión primitiva, sino una reforma contra el salva
jismo de tal religión. La religión misma se humanizó.
Sería fatuidad pretender adentrarse en el pensamiento íntimo de
gentes tan distantes de nosotros en el tiempo y en el espacio, pero, a
mi modo de ver, la mayoría de los filósofos tienen, por lo que a esto
se refiere, la impresión siguiente : que los poetas sentían un escep
ticismo bastante completo, si bien tolerante y no falto de afecto,
hacia todo lo que los griegos llamaban θεολογία, o sea, el conjunto
de relatos, a menudo contradictorios, que poetas y cronistas habían
recogido de diversas fuentes geográficas, unido a un sentimiento reli
gioso, serio, aunque amorfo y adogmático, que unas veces se adscribía
a un Zeus casi monoteísta o a “ lo divino” , y otras a algún determi
nado santuario o ritual local o a un ser o grupo de seres especiales
sobrenaturales cuyo culto se asemejaba de algún modo al de aquéllos.
Pero, en conjunto, la poesía también se emancipa de la tenaza
paralizadora de lo sobrenatural. Abundan las inscripciones religiosas
y las noticias de rituales peculiares, pero no cabe concebir a los
sacerdotes griegos repasando diligentemente los poemas homéricos
para purgarlos de todo rastro de hetorodoxia, como hicieron los he
breos con su antigua literatura. Cierto es que se expurgó a Homero,
pero tal expurgación revistió una forma bien distinta; fue una ex
purgación de crueldades y atrocidades.
Detengámonos un momento a considerar lo que significó este
destronamiento de lo sobrenatural y las consecuencias que llevó con
sigo. Había una buena razón de orden práctico para que Egipto y
Babilonia llenaran de magia sus papiros y tablillas, al igual que
ponían por escrito sus contratos y apuntaban las cuentas del dine
ro que se les adeudaba. Si recitando bien una cierta fórmula má
gica y ejecutando convenientemente un determinado ritual se pueden
conseguir realmente buenas cosechas, asegurarse una pesca copiosa,
curarse de una enfermedad, lograr que un guardia sea más com
prensivo con el ciudadano que ha caído en falta o ganar la pros
peridad en el otro mundo, lógico es que todos los hombres sensatos
deseen saber y emplear tales útiles expedientes y que se ponga el