Page 33 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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PROLEGÓMENOS A LA LITERATURA GRIEGA 37
Shakespeare. Me aseguran que una actriz de talento que conozco
es capaz de repetir casi palabra por palabra todo el texto de una
obra teatral que haya visto representar una sola vez. Vienen a las
mientes otras analogías ; pero claro está que es imposible adivinar
las determinadas costumbres o convenciones en el seno de las cuales
nació la propiedad literaria en una época de la que casi no tenemos
documentos de carácter íntimo.
Pero consideramos ahora algunos de los restos de aquella época
preliteraria.
¿Cómo podemos explicar la condición de los llamados Himnos
homéricos o, como se los llama en los manuscritos, “ Preludios” ,
Προοίμια? Hay treinta y tres preludios, o mejor dicho, preludios y
despedidas : v. gr., frases que comienzan diciendo "Canta, oh Musa,
a Hermes, hijo de Zeus y Maya, señor de Cilene y Arcadia, ricas en
ovejas, Mensajero de los Dioses... a quien Maya dio a luz", etc., y
que concluyen así : “ Que la fortuna te acompañe, hijo de Zeus y
Maya í yo te recordaré aún en otro canto.” De estas composiciones
existen treinta y tres, o sea, que se trata evidentemente de una colec
ción, acaso tomada del libro de algún profesional o tal vez transcrita
de memoria por un compilador y sus amigos. Pero en siete de las
treinta y tres composiciones hay otros temas. Entre el preludio y la
despedida se intercala un canto o narración en verso. Esto contribuye
a acrecentar el interés del libro, y yo supongo que el compilador
intercaló cuantas composiciones de esta clase encontró escritas o que
alguien recordaba. Al parecer, no pudo conseguir más que siete j
por casualidad sabemos de la existencia de otras7. Pero lo dicho no
es todo, porque en el Himno a Apolo es evidente que nos hallamos
ante una amalgama de dos lays, y hay indicios menos clavos de
fusión en algunos de los demás. Al parecer, cuando el compilador
tropezó con dos versiones distintas de un mismo canto, trató de
incorporar en su versión todo lo que pudo de ambas. Sin duda no
era un erudito en el sentido moderno del vocablo. No se le ocurrió
imponerse la obligación de conservar un texto exacto o dos textos
exactos. Como todos los libreros posteriores de la antigüedad, trató
de hacer un texto que fuese lo más completo posible. Lo que hizo fue,
para emplear la palabra justa, un σύγγραμμα, y a nosotros nos ha lle
gado lo que recogió y consignó por escrito.
7 C£,, por ejemplo, Berliner Klassikertexte, v. í.