Page 95 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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LA  “ TRADICIÓN”   DE  LA  LITERATURA  GRIEGA  99

      formas  áticas  procede  de  los  manuscritos  y  de  los  gramáticos;  pero
      no  son  autoridades  supremas,  Si  ellos  nos  dicen  que  escribamos  Troizén
      y  en  todas  las  lápidas  contemporáneas  aparece  la  forma  Trocen,  sa-
      bremos  que  la  cuestión  queda  zanjada :  lo  justo  es  Trocen.
         Esto  por  lo  que  atañe  a  las  características  generales  de  la  litera­
      tura  en  comparación  con  los  demás  testimonios.  Veamos  ahora  hasta
      qué  punto  ha  constituido  un  proceso  exacto  la  paradosis  o  traditio
      de  la  literatura.
         Podemos  examinar  primero  la  relativa  fidelidad  o  corrupción  de
      nuestros  textos  manuscritos  en  punto  a  simple  redacción  y»  en  se­
      gundo  lugar,  los  cambios  más  considerables  de  forma  que  pertenecen
      a  lo  que  suele  llamarse  crítica  de  fuentes.
         En  cuanto  a  la  corrupción  de  los  manuscritos,  en  el  curso  de  los
      últimos  veinte  años  se  ha  puesto  claramente  de  manifiesto  un  hecho
      importante :  el  de  que,  considerada  en  conjunto,  la  transmisión  de
      nuestros  textos  clásicos  desde  los  tiempos  alejandrinos  hasta  la  actua­
      lidad  presenta  una  precisión  asombrosa.  Al  decir  esto  me  refiero  a
      la  precisión  verbal,  a  la  escrupulosidad  en  la  transmisión  de  los
      grammata,  o  caracteres  escritos,  de  manuscrito  en  manuscrito  hasta
      los  siglos  XII  o  XIII.  Los  testimonios  aparecen  en  forma  de  papiros  y
      óstraca  y  de  unos  cuantos  fragmentos  de  manuscritos  o  palimpsestos
      muy  antiguos.  Veamos  algunos  ejemplos.
         Nuestro  manuscrito  tradicional  más  antiguo  de  Platón  se  escribió
      en  el  año  895  d.  J.  C.,  o  sea*  digamos  que  unos  1.250  años  después
      de  la  muerte  de  Platón.  En  1891,  Flinders  Petrie  descubrió  un  gran
      fragmento  del  Fedón  en  un  papiro  que  fue  escrito  en  el  siglo  Oí
      a.  J,  C.,  es  decir,  más  de  mil  años  antes,  muy  probablemente  en  vida
      de  personas  que  habían  visto  a  Platón.  Se  ofrecía  en  este  caso  una
      piedra  de  toque  para  comprobar  la  exactitud  de  la  paradosis.  E l
      papiro  bien  hubiera  podido  demostrar  que  nuestro  texto  del  Fedón
      es  un  cúmulo  de  errores  e  interpolaciones.  Sin  embargo,  de  hecho,
      las  diferencias  entre  el  texto  tradicional  y  el  papiro  eran  casi  insig­
      nificantes  — en  aquel  caso  particular  afectaban  principalmente  al  orden
      de  las  palabras—   y,  cuando  las  había,  las  más  de  las  veces  era  el
      papiro  el  que  parecía  estar  equivocado.
         Hay  asimismo  muchos  fragmentos  de  la  obra  de  Eurípides  que  se
      conservan  en  papiros  u  óstraca.  En  el  prólogo  al  primer  volumen  de
      mi  edición  de  Eurípides  he  mencionado  catorce,  a  los  que  ahora  hay
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