Page 112 - Orgullo y prejuicio
P. 112

mejor  no  forzarla  a  que  me  acepte,  porque  si  tiene  esos  defectos,  no

                contribuiría mucho que digamos a mi ventura.
                     ––Me ha entendido mal ––dijo la señora Bennet alarmada––. Lizzy es
                terca sólo en estos asuntos. En todo lo demás es la muchacha más razonable

                del mundo. Acudiré directamente al señor Bennet y no dudo de que pronto
                nos habremos puesto de acuerdo con ella.

                     Sin darle tiempo a contestar, voló al encuentro de su marido y al entrar
                en  la  biblioteca  exclamó:  –¡Oh,  señor  Bennet!  Te  necesitamos

                urgentemente. Estamos en un aprieto. Es preciso que vayas y convenzas a
                Elizabeth de que se case con Collins, pues ella ha jurado que no lo hará y si

                no te das prisa, Collins cambiará de idea y ya no la querrá.
                     Al entrar su mujer, el señor Bennet levantó los ojos del libro y los fijó
                en  su  rostro  con  una  calmosa  indiferencia  que  la  noticia  no  alteró  en

                absoluto. ––No he tenido el placer de entenderte ––dijo cuando ella terminó
                su perorata––. ¿De qué estás hablando? ––Del señor Collins y Lizzy. Lizzy

                dice que no se casará con el señor Collins, y el señor Collins empieza a
                decir que no se casará con Lizzy.

                     ––¿Y qué voy a hacer yo? Me parece que no tiene remedio.
                     ––Háblale tú a Lizzy. Dile que quieres que se case con él.

                     ––Mándale que baje. Oirá mi opinión.
                     La  señora  Bennet  tocó  la  campanilla  y  Elizabeth  fue  llamada  a  la
                biblioteca.

                     ––Ven,  hija  mía  ––dijo  su  padre  en  cuanto  la  joven  entró––.  Te  he
                enviado a buscar para un asunto importante. Dicen que Collins te ha hecho

                proposiciones de matrimonio, ¿es cierto?
                     Elizabeth dijo que sí.

                     ––Muy bien; y dicen que las has rechazado.
                     ––Así es, papá.

                     ––Bien. Ahora vamos al grano. Tu madre desea que lo aceptes. ¿No es
                verdad, señora Bennet?
                     Sí, o de lo contrario no la quiero ver más.

                     ––Tienes una triste alternativa ante ti, Elizabeth. Desde hoy en adelante
                tendrás  que  renunciar  a  uno  de  tus  padres.  Tu  madre  no  quiere  volver  a
   107   108   109   110   111   112   113   114   115   116   117