Page 115 - Orgullo y prejuicio
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––Mi querida señora ––respondió él––, ni una palabra más sobre este

                asunto.  Estoy  muy  lejos  ––continuó  con  un  acento  que  denotaba  su
                indignación–– de tener resentimientos por la actitud de su hija. Es deber de
                todos resignarse por los males inevitables; y es especialmente un deber para

                mí, que he tenido la fortuna de verme tan joven en tal elevada posición;
                confío en que sabré resignarme. Puede que mi hermosa prima, al no querer

                honrarme  con  su  mano,  no  haya  disminuido  mi  positiva  felicidad.  He
                observado a menudo que la resignación nunca es tan perfecta como cuando

                la  dicha  negada  comienza  a  perder  en  nuestra  estimación  algo  de  valor.
                Espero que no supondrá usted que falto al respeto de su familia, mi querida

                señora, al retirar mis planes acerca de su hija sin pedirles a usted y al señor
                Bennet que interpongan su autoridad en mi favor. Temo que mi conducta,
                por haber aceptado mi rechazo de labios de su hija y no de los de ustedes,

                pueda ser censurable. Pero todos somos capaces de cometer errores. Estoy
                seguro  de  haber  procedido  con  la  mejor  intención  en  este  asunto.  Mi

                objetivo era procurarme una amable compañera con la debida consideración
                a las ventajas que ello había de aportar a toda su familia. Si mi proceder ha

                sido reprochable, les ruego que me perdonen.
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