Page 117 - Orgullo y prejuicio
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––Al acercarse el momento ––dijo–– me pareció que haría mejor en no
encontrarme con Darcy, pues el estar juntos en un salón durante tantas horas
hubiera sido superior a mis fuerzas y la situación podía haberse hecho
desagradable, además, a otras personas.
Elizabeth aprobó por completo la conducta de Wickham y ambos la
discutieron ampliamente haciéndose elogios mutuos mientras iban hacia
Longbourn, adonde Wickham y otro oficial acompañaron a las muchachas.
Durante el paseo Wickham se dedicó por entero a Elizabeth, y le
proporcionó una doble satisfacción: recibir sus cumplidos y tener la ocasión
de–– presentárselo a sus padres.
Al poco rato de haber llegado, trajeron una carta para Jane. Venía de
Netherfield y la joven la abrió inmediatamente. El sobre contenía una hojita
de papel muy elegante y satinado, cubierta por la escritura de una hermosa
y ágil mano de mujer. Elizabeth notó que el semblante de su hermana
cambiaba al leer y que se detenía fijamente en determinados párrafos. Jane
se sobrepuso en seguida; dejó la carta y trató de intervenir con su alegría de
siempre en la conversación de todos; pero Elizabeth sentía tanta curiosidad
que incluso dejó de prestar atención a Wickham. Y en cuanto él y su
compañero se fueron, Jane la invitó con una mirada a que la acompañase al
piso de arriba. Una vez en su cuarto, Jane le mostró la carta y le dijo:
––Es de Caroline Bingley; su contenido me ha sorprendido muchísimo.
Todos los de la casa han abandonado Netherfield y a estas horas están de
camino a la capital, de donde no piensan regresar. Oye lo que dice.
Jane leyó en voz alta el primer párrafo donde se manifestaba que habían
decidido ir con su hermano a Londres y que tenían la intención de comer
aquel mismo día en la calle Grosvenor, donde el señor Hurst tenía su casa.
Lo siguiente estaba redactado de la siguiente forma: «No siento dejar
Hertfordshire más que por ti, queridísima amiga; pero espero volver a
disfrutar más adelante de los deliciosos momentos que pasamos juntas y
entre tanto podemos aminorar la pena de la separación con cartas muy
frecuentes y efusivas. Cuento con tu correspondencia.» Elizabeth escuchó
todas estas soberbias expresiones con impasibilidad por la desconfianza que
le merecían. Le sorprendía la precipitación con la que se habían marchado,