Page 120 - Orgullo y prejuicio
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sus  anhelos  si  no  estuviese  de  por  medio  la  señorita  de  Bourgh.  Sin

                embargo, tú no puedes pensar en serio que por el hecho de que la señorita
                Bingley te diga que a su hermano le gusta la señorita Darcy, él esté menos
                enamorado  de  ti  de  lo  que  estaba  el  jueves  al  despedirse;  ni  que  le  sea

                posible a su hermana convencerle de que en vez de quererte a ti quiera a la
                señorita Darcy.

                     ––Si nuestra opinión sobre la señorita Bingley fuese la misma ––repuso
                Jane––, tu explicación me tranquilizaría. Pero me consta que eres injusta

                con ella. Caroline es incapaz de engañar a nadie; lo único que puedo esperar
                en este caso es que se esté engañando a sí misma.

                     ––Eso es. No podía habérsete ocurrido una idea mejor, ya que la mía no
                te consuela. Supón que se engaña. Así quedarás bien con ella y verás que no
                tienes por qué preocuparte.

                     ––Pero Lizzy, ¿puedo ser feliz, aun suponiendo lo mejor, al aceptar a un
                hombre cuyas hermanas y amigos desean que se case con otra?

                     ––Eso debes decidirlo tú misma ––dijo Elizabeth––, si después de una
                madura reflexión encuentras que la desgracia de disgustar a sus hermanas es

                más que equivalente a la felicidad de ser su mujer, te aconsejo, desde luego,
                que rechaces a Bingley.

                     ––¡Qué cosas tienes! dijo Jane con una leve sonrisa––. Debes saber que
                aunque me apenaría mucho su desaprobación, no vacilaría.
                     ––Ya me lo figuraba, y siendo así, no creo que pueda compadecerme de

                tu situación.
                     ––Pero si no vuelve en todo el invierno, mi elección no servirá de nada.

                ¡Pueden pasar tantas cosas en seis meses!
                     Elizabeth  rechazaba  la  idea  de  que  Bingley  no  volviese;  le  parecía

                sencillamente una sugerencia de los interesados deseos de Caroline, y no
                podía  suponer  ni  por  un  momento  que  semejantes  deseos,  tanto  si  los

                manifestaba clara o encubiertamente, influyesen en el animo de un hombre
                tan independiente.
                     Expuso a su hermana lo más elocuentemente que pudo su modo de ver,

                y  no  tardó  en  observar  el  buen  efecto  de  sus  palabras.  Jane  era  por
                naturaleza optimista, lo que la fue llevando gradualmente a la esperanza de
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