Page 116 - Orgullo y prejuicio
P. 116

CAPÍTULO XXI





                     Las  discusiones  sobre  el  ofrecimiento  de  Collins  tocaban  a  su  fin;
                Elizabeth ya no tenía que soportar más que esa sensación incómoda, que

                inevitablemente se deriva de tales situaciones, y, de vez en cuando algunas
                alusiones puntillosas de su madre. En cuanto al caballero, no demostraba

                estar turbado, ni abatido, ni trataba de evitar a Elizabeth, sino que expresaba
                sus sentimientos con una actitud de rigidez y con un resentido silencio. Casi

                no le hablaba; y aquellas asiduas atenciones tan de apreciar por su parte, las
                dedicó  todo  el  día  a  la  señorita  Lucas  que  le  escuchaba  amablemente,

                proporcionando a todos y en especial a su amiga Elizabeth un gran alivio.
                     A  la  mañana  siguiente,  el  mal  humor  y  el  mal  estado  de  salud  de  la
                señora  Bennet  no  habían  amainado.  El  señor  Collins  también  sufría  la

                herida  de  su  orgullo.  Elizabeth  creyó  que  su  resentimiento  acortaría  su
                visita; pero los planes del señor Collins no parecieron alterarse en lo más

                mínimo. Había pensado desde un principio marcharse el sábado y hasta el
                sábado pensaba quedarse.

                     Después del almuerzo las muchachas fueron a Meryton para averiguar
                si  Wickham  había  regresado,  y  lamentar  su  ausencia  en  el  baile  de

                Netherfield. Le encontraron al entrar en el pueblo y las acompañó a casa de
                su tía, donde se charló largo y tendido sobre su ausencia y su desgracia y la
                consternación que a todos había producido. Pero ante Elizabeth reconoció

                voluntariamente que su ausencia había sido premeditada.
   111   112   113   114   115   116   117   118   119   120   121