Page 184 - Orgullo y prejuicio
P. 184

sabiendo detalles, no está bien censurarle. Habrá que creer que el amor no

                tuvo mucho que ver en este caso.
                     Es de suponer ––dijo Fitzwilliam––, pero eso aminora muy tristemente
                el triunfo de mi primo.

                     Esto último lo dijo en broma, pero a Elizabeth le pareció un retrato tan
                exacto de Darcy que creyó inútil contestar. Cambió de conversación y se

                puso  a  hablar  de  cosas  intrascendentes  hasta  que  llegaron  a  la  casa.  En
                cuanto el coronel se fue, Elizabeth se encerró en su habitación y pensó sin

                interrupción en todo lo que había oído. No cabía suponer que el coronel se
                refiriese  a  otras  personas  que  a  Jane  y  a  Bingley.  No  podían  existir  dos

                hombres  sobre  los  cuales  ejerciese  Darcy  una  influencia  tan  ilimitada.
                Nunca  había  dudado  de  que  Darcy  había  tenido  que  ver  en  las  medidas
                tomadas para separar a Bingley y a Jane; pero el plan y el principal papel

                siempre lo había atribuido a la señorita Bingley. Sin embargo, si su propia
                vanidad no le ofuscaba, él era el culpable; su orgullo y su capricho eran la

                causa de todo lo que Jane había sufrido y seguía sufriendo aún. Por él había
                desaparecido  toda  esperanza  de  felicidad  en  el  corazón  más  amable  y

                generoso del mundo, y nadie podía calcular todo el mal que había hecho.
                     El  coronel  Fitzwilliam  había  dicho  que  «había  algunas  objeciones  de

                peso contra la señorita». Y esas objeciones serían seguramente el tener un
                tío abogado de pueblo y otro comerciante en Londres...
                     «Contra Jane ––pensaba Elizabeth–– no había ninguna objeción posible.

                ¡Ella es el encanto y la bondad personificados! Su inteligencia es excelente;
                su talento, inmejorable; sus modales, cautivadores. Nada había que objetar

                tampoco contra su padre que, en medio de sus rarezas, poseía aptitudes que
                no  desdeñaría  el  propio  Darcy  y  una  respetabilidad  que  acaso  éste  no

                alcanzase nunca.» Al acordarse de su madre, su confianza cedió un poquito;
                pero  tampoco  admitió  que  Darcy  pudiese  oponerle  ninguna  objeción  de

                peso,  pues  su  orgullo  estaba  segura  de  ello––  daba  más  importancia  a  la
                falta de categoría de los posibles parientes de su amigo, que a su falta de
                sentido. En resumidas cuentas, había que pensar que le había impulsado por

                una parte el más empedernido orgullo y por otra su deseo de conservar a
                Bingley para su hermana.
   179   180   181   182   183   184   185   186   187   188   189