Page 187 - Orgullo y prejuicio
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atribuyendo la visita a su deseo de saber que se encontraba mejor. Ella le
contestó cortés pero fríamente. Elizabeth estaba asombrada pero no dijo ni
una palabra. Después de un silencio de varios minutos se acercó a ella y
muy agitado declaró:
––He luchado en vano. Ya no puedo más. Soy incapaz de contener mis
sentimientos. Permítame que le diga que la admiro y la amo
apasionadamente.
El estupor de Elizabeth fue inexpresable. Enrojeció, se quedó mirándole
fijamente, indecisa y muda. El lo interpretó como un signo favorable y
siguió manifestándole todo lo que sentía por ella desde hacía tiempo. Se
explicaba bien, pero no sólo de su amor tenía que hablar, y no fue más
elocuente en el tema de la ternura que en el del orgullo. La inferioridad de
Elizabeth, la degradación que significaba para él, los obstáculos de familia
que el buen juicio le había hecho anteponer siempre a la estimación.
Hablaba de estas cosas con un ardor que reflejaba todo lo que le herían,
pero todo ello no era lo más indicado para apoyar su demanda.
A pesar de toda la antipatía tan profundamente arraigada que le tenía,
Elizabeth no pudo permanecer insensible a las manifestaciones de afecto de
un hombre como Darcy, y aunque su opinión no varió en lo más mínimo, se
entristeció al principio por la decepción que iba a llevarse; pero el lenguaje
que éste empleó luego fue tan insultante que toda la compasión se convirtió
en ira. Sin embargo, trató de contestarle con calma cuando acabó de hablar.
Concluyó asegurándole la firmeza de su amor que, a pesar de todos sus
esfuerzos, no había podido vencer, y esperando que sería recompensado con
la aceptación de su mano. Por su manera de hablar, Elizabeth advirtió que
Darcy no ponía en duda que su respuesta sería favorable. Hablaba de
temores y de ansiedad, pero su aspecto revelaba una seguridad absoluta.
Esto la exasperaba aún más y cuando él terminó, le contestó con las mejillas
encendidas por la ira:
––En estos casos creo que se acostumbra a expresar cierto
agradecimiento por los sentimientos manifestados, aunque no puedan ser
igualmente correspondidos. Es natural que se sienta esta obligación, y si yo
sintiese gratitud, le daría las gracias. Pero no puedo; nunca he ambicionado