Page 188 - Orgullo y prejuicio
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su consideración, y usted me la ha otorgado muy en contra de su voluntad.

                Siento  haber  hecho  daño  a  alguien,  pero  ha  sido  inconscientemente,  y
                espero que ese daño dure poco tiempo. Los mismos sentimientos que, según
                dice, le impidieron darme a conocer sus intenciones durante tanto tiempo,

                vencerán sin dificultad ese sufrimiento.
                     Darcy,  que  estaba  apoyado  en  la  repisa  de  la  chimenea  con  los  ojos

                clavados  en  el  rostro  de  Elizabeth,  parecía  recibir  sus  palabras  con  tanto
                resentimiento como sorpresa. Su tez palideció de rabia y todas sus facciones

                mostraban la turbación de su ánimo. Luchaba por guardar la compostura, y
                no abriría los labios hasta que creyese haberlo conseguido. Este silencio fue

                terrible para Elizabeth. Por fin, forzando la voz para aparentar calma, dijo:
                     ––¿Y  es  ésta  toda  la  respuesta  que  voy  a  tener  el  honor  de  esperar?
                Quizá debiera preguntar por qué se me rechaza con tan escasa cortesía. Pero

                no tiene la menor importancia.
                     ––También  podría  yo  replicó  Elizabeth––  preguntar  por  qué  con  tan

                evidente propósito de ofenderme y de insultarme me dice que le gusto en
                contra de su voluntad, contra su buen juicio y hasta contra su modo de ser.

                ¿No es ésta una excusa para mi falta de cortesía, si es que en realidad la he
                cometido?  Pero,  además,  he  recibido  otras  provocaciones,  lo  sabe  usted

                muy bien. Aunque mis sentimientos no hubiesen sido contrarios a los suyos,
                aunque  hubiesen  sido  indiferentes  o  incluso  favorables,  ¿cree  usted  que
                habría  algo  que  pudiese  tentarme  a  aceptar  al  hombre  que  ha  sido  el

                culpable de arruinar, tal vez para siempre, la felicidad de una hermana muy
                querida?

                     Al  oír  estas  palabras,  Darcy  mudó  de  color;  pero  la  conmoción  fue
                pasajera y siguió escuchando sin intención de interrumpirla.

                     ––Yo tengo todas las razones del mundo para tener un mal concepto de
                usted ––continuó Elizabeth––. No hay nada que pueda excusar su injusto y

                ruin  proceder.  No  se  atreverá  usted  a  negar  que  fue  el  principal  si  no  el
                único  culpable  de  la  separación  del  señor  Bingley  y  mi  hermana,
                exponiendo al uno a las censuras de la gente por caprichoso y voluble, y al

                otro  a  la  burla  por  sus  fallidas  esperanzas,  sumiéndolos  a  los  dos  en  la
                mayor desventura.
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