Page 193 - Orgullo y prejuicio
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mostrándole una carta que ella tomó instintivamente, le dijo con una mirada

                altiva:
                     ––He  estado  paseando  por  la  alameda  durante  un  rato  esperando
                encontrarla. ¿Me concederá el honor de leer esta carta?

                     Y entonces, con una ligera inclinación, se encaminó de nuevo hacia los
                plantíos y pronto se perdió de vista.

                     Sin esperar ningún agrado, pero con gran curiosidad, Elizabeth abrió la
                carta, y su asombro fue en aumento al ver que el sobre contenía dos pliegos

                completamente escritos con una letra muy apretada. Incluso el sobre estaba
                escrito.  Prosiguiendo  su  paseo  por  el  camino,  la  empezó  a  leer.  Estaba

                fechada en Rosings a las ocho de la mañana y decía lo siguiente:



                         No se alarme, señorita, al recibir esta carta, ni crea que voy a
                     repetir en ella mis sentimientos o a renovar las proposiciones que

                     tanto  le  molestaron  anoche.  Escribo  sin  ninguna  intención  de
                     afligirla ni de humillarme yo insistiendo en unos deseos que, para la

                     felicidad de ambos, no pueden olvidarse tan fácilmente; el esfuerzo
                     de redactar y de leer esta carta podía haber sido evitado si mi modo

                     de ser no me obligase a escribirla y a que usted la lea. Por lo tanto,
                     perdóneme que tome la libertad de solicitar su atención; aunque ya
                     sé que habrá de concedérmela de mala gana, se lo pido en justicia.

                         Ayer me acusó usted de dos ofensas de naturaleza muy diversa y
                     de  muy  distinta  magnitud.  La  primera  fue  el  haber  separado  al

                     señor Bingley de su hermana, sin consideración a los sentimientos
                     de  ambos;  y  el  otro  que,  a  pesar  de  determinados  derechos  y
                     haciendo  caso  omiso  del  honor  y  de  la  humanidad,  arruiné  la

                     prosperidad inmediata y destruí el futuro del señor Wickham. Haber
                     abandonado despiadada e intencionadamente al compañero de mi

                     juventud y al favorito de mi padre, a un joven que casi no tenía más
                     porvenir que el de nuestra rectoría y que había sido educado para

                     su ejercicio, sería una depravación que no podría compararse con
                     la  separación  de  dos  jóvenes  cuyo  afecto  había  sido  fruto  de  tan

                     sólo  unas  pocas  semanas.  Pero  espero  que  retire  usted  la  severa
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