Page 194 - Orgullo y prejuicio
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censura que tan abiertamente me dirigió anoche, cuando haya leído

                     la  siguiente  relación  de  mis  actos  con  respecto  a  estas  dos
                     circunstancias  y  sus  motivos.  Si  en  la  explicación  que  no  puedo
                     menos  que  dar,  me  veo  obligado  a  expresar  sentimientos  que  la

                     ofendan, sólo puedo decir que lo lamento. Hay que someterse a la
                     necesidad y cualquier disculpa sería absurda.

                         No  hacía  mucho  que  estaba  en  Hertfordshire  cuando  observé,
                     como todo el mundo, que el señor Bingley distinguía a su hermana

                     mayor  mucho  más  que  a  ninguna  de  las  demás  muchachas  de  la
                     localidad; pero hasta la noche del baile de Netherfield no vi que su

                     cariño fuese formal. Varias veces le había visto antes enamorado.
                     En aquel baile, mientras tenía el honor de estar bailando con usted,
                     supe  por  primera  vez,  por  una  casual  información  de  sir  William

                     Lucas, que las atenciones de Bingley para con su hermana habían
                     hecho concebir esperanzas de matrimonio; me habló de ello como

                     de una cosa resuelta de la que sólo había que fijar la fecha. Desde
                     aquel momento observé cuidadosamente la conducta de mi amigo y

                     pude notar que su inclinación hacia la señorita Bennet era mayor
                     que  todas  las  que  había  sentido  antes.  También  estudié  a  su

                     hermana.  Su  aspecto  y  sus  maneras  eran  francas,  alegres  y
                     atractivas  como  siempre,  pero  no  revelaban  ninguna  estimación
                     particular.  Mis  observaciones  durante  aquella  velada  me  dejaron

                     convencido  de  que,  a  pesar  del  placer  con  que  recibía  las
                     atenciones  de  mi  amigo,  no  le  correspondía  con  los  mismos

                     sentimientos. Si usted no se ha equivocado con respecto a esto, será
                     que yo estaba en un error. Como sea que usted conoce mejor a su

                     hermana, debe ser más probable lo último; y si es así, si movido por
                     aquel error la he hecho sufrir, su resentimiento no es inmotivado.

                     Pero no vacilo en afirmar que el aspecto y el aire de su hermana
                     podían haber dado al más sutil observador la seguridad de que, a
                     pesar de su carácter afectuoso, su corazón no parecía haber sido

                     afectado. Es cierto que yo deseaba creer en su indiferencia, pero le
                     advierto  que  normalmente  mis  estudios  y  mis  conclusiones  no  se
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