Page 201 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XXXVI
No esperaba Elizabeth, cuando Darcy le dio la carta, que en ella
repitiese su proposición, pero no tenía ni idea de qué podía contener. Al
descubrirlo, bien se puede suponer con qué rapidez la leyó y cuán
encontradas sensaciones vino a suscitarle. Habría sido difícil definir sus
sentimientos. Al principio creyó con asombro que Darcy querría disculparse
lo mejor que pudiese, pero en seguida se convenció firmemente de que no
podría darle ninguna explicación que el más elemental sentido de la
dignidad no aconsejara ocultar. Con gran prejuicio contra todo lo que él
pudiera decir, empezó a leer su relato acerca de lo sucedido en Netherfield.
Sus ojos recorrían el papel con tal ansiedad que apenas tenía tiempo de
comprender, y su impaciencia por saber lo que decía la frase siguiente le
impedía entender el sentido de la que estaba leyendo. Al instante dio por
hecho que la creencia de Darcy en la indiferencia de su hermana era falsa, y
las peores objeciones que ponía a aquel matrimonio la enojaban demasiado
para poder hacerle justicia. A ella le satisfacía que no expresase ningún
arrepentimiento por lo que había hecho; su estilo no revelaba contrición,
sino altanería. En sus líneas no veía más que orgullo e insolencia.
Pero cuando pasó a lo concerniente a Wickham, leyó ya con mayor
atención. Ante aquel relato de los hechos que, de ser auténtico, había de
destruir toda su buena opinión del joven, y que guardaba una alarmante
afinidad con lo que el mismo Wickham había contado, sus sentimientos
fueron aún más penosos y más difíciles de definir; el desconcierto, el recelo