Page 205 - Orgullo y prejuicio
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ciega y llena de prejuicios.

                     «¡De  qué  modo  tan  despreciable  he  obrado  ––pensó––,  yo  que  me
                enorgullecía de mi perspicacia! ¡Yo que me he vanagloriado de mi talento,
                que  he  desdeñado  el  generoso  candor  de  mi  hermana  y  he  halagado  mi

                vanidad con recelos inútiles o censurables! ¡Qué humillante es todo esto,
                pero  cómo  merezco  esta  humillación!  Si  hubiese  estado  enamorada  de

                Wickham, no habría actuado con tan lamentable ceguera. Pero la vanidad, y
                no  el  amor,  ha  sido  mi  locura.  Complacida  con  la  preferencia  del  uno  y

                ofendida con el desprecio del otro, me he entregado desde el principio a la
                presunción y a la ignorancia, huyendo de la razón en cuanto se trataba de

                cualquiera de los dos. Hasta este momento no me conocía a mí misma.»
                     De sí misma a Jane y de Jane a Bingley, sus pensamientos recorrían un
                camino que no tardó en conducirla a recordar que la explicación que Darcy

                había dado del asunto de éstos le había parecido muy insuficiente, y volvió
                a  leerla.  El  efecto  de  esta  segunda  lectura  fue  muy  diferente.  ¿Cómo  no

                podía dar crédito a lo que Darcy decía sobre uno de los puntos, si se había
                visto  forzada  a  dárselo  en  el  otro?  Darcy  declaraba  haber  sospechado

                siempre que Jane no sentía ningún amor por Bingley, y Elizabeth recordó
                cuál había sido la opinión de Charlotte. Tampoco podía discutir la exactitud

                de su descripción de Jane; a Elizabeth le constaba que los sentimientos de
                su hermana, aunque fervientes, habían sido poco exteriorizados; y que la
                constante complacencia en su aire y maneras a menudo no iba unida a una

                gran sensibilidad.
                     Cuando llegó a la parte de la carta donde Darcy mencionaba a su familia

                en  términos  de  tan  humillantes  aunque  merecidos  reproches,  Elizabeth
                sintió  verdadera  vergüenza.  La  justicia  de  sus  acusaciones  le  parecía

                demasiado evidente para que pudiera negarla, y las circunstancias a las que
                aludía en particular como ocurridas en el baile de Netherfield, no le podían

                haber impresionado a él más de lo que le habían abochornado a ella.
                     El  elogio  que  Darcy  les  tributaba  a  ella  y  a  su  hermana  no  le  pasó
                inadvertido.  La  halagó,  pero  no  pudo  consolarse  por  el  desprecio  que

                implicaba para el resto de la familia; y al considerar que los sinsabores de
                Jane habían sido en realidad obra de su misma familia, y al reflexionar en lo
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