Page 207 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XXXVII
Ambos caballeros abandonaron Rosings a la mañana siguiente. Collins
estuvo a la espera cerca de los templetes de la entrada para darles el saludo
de despedida, y llevó a casa la grata noticia de que parecían estar bien y con
ánimo pasable como era de esperar después de la melancólica escena que
debió de haber tenido un lugar en Rosings. Collins voló, pues, a Rosings
para consolar a lady Catherine y a su hija, y al volver trajo con gran
satisfacción un mensaje de Su Señoría que se hallaba muy triste y deseaba
que todos fuesen a comer con ella.
Elizabeth no pudo ver a lady Catherine sin recordar que, si hubiera
querido, habría sido presentada a ella como su futura sobrina; ni tampoco
podía pensar, sin sonreír, en lo que se habría indignado. ¿Qué habría dicho?
¿Qué habría hecho? Le hacía gracia preguntarse todas estas cosas.
De lo primero que se habló fue de la merma sufrida en las tertulias de
Rosings.
––Les aseguro que lo siento mucho ––dijo lady Catherine––; creo que
nadie lamenta tanto como yo la pérdida de los amigos. Pero, además,
¡quiero tanto a esos muchachos y ellos me quieren tanto a mí! Estaban
tristísimos al marcharse, como siempre que nos separamos. El coronel se
mantuvo firme hasta el final, pero la pena de Darcy era mucho más aguda,
más que el año pasado, a mi juicio. No dudo que su cariño por Rosings va
en aumento.