Page 211 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XXXVIII





                     El sábado por la mañana Elizabeth y Collins se encontraron a la hora del
                desayuno unos minutos antes de que aparecieran los demás; y aprovechó la

                oportunidad  para  hacerle  los  cumplidos  de  la  despedida  que  consideraba
                absolutamente necesarios.

                     ––Ignoro,  señorita  Elizabeth  ––le  dijo––,  si  la  señora  Collins  le  ha
                expresado  cuánto  agradece  su  amabilidad  al  haber  venido;  pero  estoy

                seguro  de  que  lo  hará  antes  de  que  abandone  usted  esta  casa.  Hemos
                apreciado enormemente el favor de su compañía. Sabemos lo poco tentador

                que  puede  ser  para  nadie  el  venir  a  nuestra  humilde  morada.  Nuestro
                sencillo  modo  de  vivir,  nuestras  pequeñas  habitaciones,  nuestros  pocos
                criados  y  nuestro  aislamiento,  han  de  hacer  de  Hunsford  un  lugar

                extremadamente triste para una joven como usted. Pero espero que crea en
                nuestra gratitud por su condescendencia y en que hemos hecho todo lo que

                estaba a nuestro alcance para impedir que se aburriera.
                     Elizabeth  le  dio  las  gracias  efusivamente  y  dijo  que  estaba  muy

                contenta. Había pasado seis semanas muy felices; y el placer de estar con
                Charlotte  y  las  amables  atenciones  que  había  recibido,  la  habían  dejado

                muy satisfecha. Collins lo celebró y con solemnidad, pero más sonriente,
                repuso:
                     ––Me proporciona el mayor gusto saber que ha pasado usted el tiempo

                agradablemente. Se ha hecho, realmente, todo lo que se ha podido; hemos
                tenido la suprema suerte de haber podido presentarla a usted a la más alta
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