Page 214 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XXXIX
En la segunda semana de mayo, las tres muchachas partieron juntas de
Gracechurch Street, en dirección a la ciudad de X, en Hertfordshire. Al
llegar cerca de la posada en donde tenía que esperarlas el coche del señor
Bennet, vieron en seguida, como una prueba de la puntualidad de cochero, a
Catherine y a Lydia que estaban al acecho en el comedor del piso superior.
Habían pasado casi una hora en el lugar felizmente ocupadas en visitar la
sombrerería de enfrente, en contemplar al centinela de guardia y en aliñar
una ensalada de pepino.
Después de dar la bienvenida a sus hermanas les mostraron
triunfalmente una mesa dispuesta con todo el fiambre que puede hallarse
normalmente en la despensa de una posada y exclamaron:
––¿No es estupendo? ¿No es una sorpresa agradable?
––Queremos convidaros a todas ––añadió Lydia––; pero tendréis que
prestarnos el dinero, porque acabamos de gastar el nuestro en la tienda de
ahí fuera.
Y, enseñando sus compras, agregó:
––Mirad qué sombrero me he comprado. No creo que sea muy bonito,
pero pensé que lo mismo daba comprarlo que no; lo desharé en cuanto
lleguemos a casa y veré si puedo mejorarlo algo.
Las hermanas lo encontraron feísimo, pero Lydia, sin darle importancia,
respondió: