Page 210 - Orgullo y prejuicio
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esperanzas había de que se corrigiesen? Catherine, de carácter débil e
irritable y absolutamente sometida a la dirección de Lydia, se había
sublevado siempre contra sus advertencias; y Lydia, caprichosa y
desenfadada, no les hacía el menor caso. Las dos eran ignorantes, perezosas
y vanas. Mientras quedara un oficial en Meryton, coquetearían con él, y
mientras Meryton estuviese a tan poca distancia de Longbourn nada podía
impedir que siguieran yendo allí toda su vida.
La ansiedad por la suerte de Jane era otra de sus preocupaciones
predominantes. La explicación de Darcy, al restablecer a Bingley en el buen
concepto que de él tenía previamente, le hacía darse mejor cuenta de lo que
Jane había perdido. El cariño de Bingley era sincero y su conducta había
sido intachable si se exceptuaba la ciega confianza en su amigo. ¡Qué triste,
pues, era pensar que Jane se había visto privada de una posición tan
deseable en todos los sentidos, tan llena de ventajas y tan prometedora en
dichas, por la insensatez y la falta de decoro de su propia familia!
Cuando a todo esto se añadía el descubrimiento de la verdadera
personalidad de Wickham, se comprendía fácilmente que el espíritu jovial
de Elizabeth, que raras veces se había sentido deprimido, hubiese decaído
ahora de tal modo que casi se le hacía imposible aparentar un poco de
alegría.
Las invitaciones a Rosings fueron tan frecuentes durante la última
semana de su estancia en Hunsford, como al principio. La última velada la
pasaron allí, y Su Señoría volvió a hacer minuciosas preguntas sobre los
detalles del viaje, les dio instrucciones sobre el mejor modo de arreglar los
baúles, e insistió tanto en la necesidad de colocar los vestidos del único
modo que tenía por bueno, que cuando volvieron a la casa, María se creyó
obligada a deshacer todo su trabajo de la mañana y tuvo que hacer de nuevo
el equipaje.
Cuando se fueron, lady Catherine se dignó desearles feliz viaje y las
invitó a volver a Hunsford el año entrante. La señorita de Bourgh llevó su
esfuerzo hasta la cortesía de tenderles la mano a las dos.