Page 216 - Orgullo y prejuicio
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Elizabeth se escandalizó al pensar que, aunque ella fuese incapaz de
expresar semejante ordinariez, el sentimiento no era muy distinto del que
ella misma había abrigado en otro tiempo y admitido como liberal.
En cuanto hubieron comido y las mayores hubieron pagado, pidieron el
coche y, después de organizarse un poco, todas las muchachas, con sus
cajas, sus bolsas de labor, sus paquetes y la mal acogida adición de las
compras de Catherine y Lydia, se acomodaron en el vehículo.
––¡Qué apretaditas vamos! ––exclamó Lydia––. ¡Me alegro de haber
comprado el sombrero, aunque sólo sea por el gusto de tener otra
sombrerera! Bueno, vamos a ponernos cómodas y a charlar y reír todo el
camino hasta que lleguemos a casa. Primeramente oigamos lo que os ha
pasado a vosotras desde que os fuisteis. ¿Habéis conocido a algún hombre
interesante? ¿Habéis tenido algún flirt? Tenía grandes esperanzas de que
una de vosotras pescaría marido antes de volver. Jane pronto va a hacerse
vieja. ¡Casi tiene veintitrés años! ¡Señor, qué vergüenza me daría a mí, si no
me casara antes de los veintitrés...! No os podéis figurar las ganas que tiene
la tía Philips de que os caséis. Dice que Lizzy habría hecho mejor en
aceptar a Collins; pero yo creo que habría sido muy aburrido. ¡Señor, cómo
me gustaría casarme antes que vosotras! Entonces sería yo la que os
acompañaría a los bailes. ¡Lo que nos divertimos el otro día en casa de los
Forster! Catherine y yo fuimos a pasar allí el día, y la señora Forster nos
prometió que daría un pequeño baile por la noche. ¡Cómo la señora Forster
y yo somos tan amigas! Así que invitó a las Harrington, pero como Harriet
estaba enferma, Pen tuvo que venir sola; y entonces, ¿qué creeríais que
hicimos? Disfrazamos de mujer a Chamberlayne para que pasase por una
dama. ¿Os imagináis qué risa? No lo sabía nadie, sólo el coronel, la señora
Forster, Catherine y yo, aparte de mi tía, porque nos vimos obligadas a
pedirle prestado uno de sus vestidos; no os podéis figurar lo bien que
estaba. Cuando llegaron Denny, Wickham, Pratt y dos o tres caballeros más,
no lo conocieron ni por lo más remoto. ¡Ay, cómo me reí! ¡Y lo que se rió la
señora Forster! Creí que me iba a morir de risa. Y entonces, eso les hizo
sospechar algo y en seguida descubrieron la broma.