Page 204 - Orgullo y prejuicio
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que éste tendría que irse, pero que él no se movería, lo que no le impidió

                evadirse  para  no  asistir  al  baile  de  Netherfield  a  la  semana  siguiente.
                También  recordaba  que  hasta  que  la  familia  de  Netherfield  no  había
                abandonado  el  condado,  no  contó  su  historia  nada  más  que  a  ella,  pero

                desde su marcha, la citada historia corrió de boca en boca, y Wickham no
                tuvo  el  menor  escrúpulo  en  hundir  la  reputación  de  Darcy,  por  más  que

                anteriormente  le  había  asegurado  a  Elizabeth  que  el  respeto  al  padre  le
                impediría siempre agraviar al hijo.

                     ¡Qué diferente le parecía ahora todo lo que se refería a Wickham! Sus
                atenciones para con la señorita King eran ahora única y exclusivamente la

                consecuencia  de  sus  odiosas  perspectivas  de  cazador  de  dotes,  y  la
                mediocridad  de  la  fortuna  de  la  señorita  ya  no  eran  la  prueba  de  la
                moderación de sus ambiciones, sino el afán de agarrarse a cualquier cosa.

                Su  actitud  con  Elizabeth  no  podía  tener  ahora  un  motivo  aceptable:  o  se
                había  engañado  al  principio  en  cuanto  a  sus  bienes,  o  había  tratado  de

                halagar su propia vanidad alimentando la preferencia que ella le demostró
                incautamente.  Todos  los  esfuerzos  que  hacía  para  defenderle  se  iban

                debilitando progresivamente. Y para mayor justificación de Darcy, no pudo
                menos  que  reconocer  que  Bingley,  al  ser  interrogado  por  Jane,  proclamó

                tiempo atrás la inocencia de Darcy en aquel asunto; que por muy orgulloso
                y repelente que fuese, nunca, en todo el curso de sus relaciones con él ––
                relaciones que últimamente les habían acercado mucho, permitiéndole a ella

                conocer  más  a  fondo  su  carácter––,  le  había  visto  hacer  nada  innoble  ni
                injusto,  nada  por  lo  que  pudiera  tachársele  de  irreligioso  o  inmoral;  que

                entre sus amigos era apreciado y querido, y que hasta el mismo Wickham
                había  reconocido  que  era  un  buen  hermano.  Ella  también  le  había  oído

                hablar de su hermana con un afecto tal que demostraba que tenía buenos
                sentimientos.  Si  hubiese  sido  como  Wickham  le  pintaba,  capaz  de  tal

                violación de todos los derechos, habría sido difícil que nadie lo supiera, y la
                amistad  entre  un  ser  semejante  y  un  hombre  tan  amable  como  Bingley
                habría sido incomprensible.

                     Llegó  a  avergonzarse  de  sí  misma.  No  podía  pensar  en  Darcy  ni  en
                Wickham sin reconocer que había sido parcial, absurda, que había estado
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