Page 228 - Orgullo y prejuicio
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ocurrido Elizabeth no podía menos que sublevarse. Refrenó con firmeza sus
vanas y frívolas atenciones, sin dejar de sentir la ofensa que implicaba la
creencia de Wickham de que por más tiempo que la hubiese tenido
abandonada y cualquiera que fuese la causa de su abandono, la halagaría y
conquistaría de nuevo sólo con volver a solicitarla.
El último día de la estancia del regimiento en Meryton, Wickham cenó
en Longbourn con otros oficiales. Elizabeth estaba tan poco dispuesta a
soportarle que cuando Wickham le preguntó qué tal lo había pasado en
Hunsford, le respondió que el coronel Fitzwilliam y Darcy habían pasado
tres semanas en Rosings, y quiso saber si conocía al primero.
Wickham pareció sorprendido, molesto y alarmado; pero se repuso en
seguida y con una sonrisa contestó que en otro tiempo le veía a menudo.
Dijo que era todo un caballero y le preguntó si le había gustado. Elizabeth
respondió que sí con entusiasmo. Pero después Wickham añadió, con aire
indiferente:
––¿Cuánto tiempo dice que estuvo el coronel en Rosings?
––Cerca de tres semanas.
––¿Y le veía con frecuencia?
––Casi todos los días.
––Es muy diferente de su primo.
––Sí, en efecto. Pero creo que el señor Darcy gana mucho en cuanto se
le trata.
––¡Vaya! ––exclamó Wickham con una mirada que a Elizabeth no le
pasó inadvertida––. ¿En qué? ––pero, reprimiéndose, continuó en tono más
jovial––: ¿En los modales? ¿Se ha dignado portarse más correctamente que
de costumbre? Porque no puedo creer ––continuó en voz más baja y seria––
que haya mejorado en lo esencial.
––¡Oh, no! En lo esencial sigue siendo el de siempre.
Wickham no sabía si alegrarse con sus palabras o desconfiar de su
significado. Había un algo en el aire de Elizabeth que le hizo escuchar con
ansiosa atención y con recelo lo que la joven dijo a continuación:
––Al decir que gana con el trato, no quiero dar a entender que su modo
de ser o sus maneras hayan mejorado, sino que al conocerle mejor, más