Page 249 - Orgullo y prejuicio
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ponían aún más nerviosa.

                     Por  fin  aparecieron  la  señorita  Darcy  y  su  hermano  y  la  gran
                presentación tuvo lugar. Elizabeth notó con asombro que su nueva conocida
                estaba, al menos, tan turbada como ella. Desde que llegó a Lambton había

                oído  decir  que  la  señorita  Darcy  era  extremadamente  orgullosa  pero,
                después de haberla observado unos minutos, se convenció de que sólo era

                extremadamente tímida. Difícilmente consiguió arrancarle una palabra, a no
                ser unos cuantos monosílabos.

                     La señorita Darcy era más alta que Elizabeth y, aunque no tenía más que
                dieciséis años, su cuerpo estaba ya formado y su aspecto era muy femenino

                y  grácil.  No  era  tan  guapa  como  su  hermano,  pero  su  rostro  revelaba
                inteligencia  y  buen  carácter,  y  sus  modales  eran  sencillísimos  y  gentiles.
                Elizabeth,  que  había  temido  que  fuese  una  observadora  tan  aguda  y

                desenvuelta como Darcy, experimentó un gran alivio al ver lo distinta que
                era.

                     Poco rato llevaban de conversación, cuando Darcy le dijo a Elizabeth
                que Bingley vendría también a visitarla, y apenas había tenido tiempo la

                joven de expresar su satisfacción y prepararse para recibirle cuando oyeron
                los precipitados pasos de Bingley en la escalera, y en seguida entró en la

                habitación. Toda la indignación de Elizabeth contra él había desaparecido
                desde  hacía  tiempo,  pero  si  todavía  le  hubiese  quedado  algún  rencor,  no
                habría podido resistirse a la franca cordialidad que Bingley le demostró al

                verla de nuevo. Le preguntó por su familia de manera cariñosa, aunque en
                general, y se comportó y habló con su acostumbrado buen humor.

                     Los  señores  Gardiner  acogieron  a  Bingley  con  el  mismo  interés  que
                Elizabeth.  Hacía  tiempo  que  tenían  ganas  de  conocerle.  A  decir  verdad,

                todos los presentes les inspiraban la más viva curiosidad. Las sospechas que
                acababan de concebir sobre Darcy y su sobrina les llevaron a concentrar su

                atención  en  ellos  examinándolos  detenidamente,  aunque  con  disimulo,  y
                muy  pronto  se  dieron  cuenta  de  que  al  menos  uno  de  ellos  estaba  muy
                enamorado.  Los  sentimientos  de  Elizabeth  eran  algo  dudosos,  pero  era

                evidente que Darcy rebosaba admiración a todas luces.
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