Page 245 - Orgullo y prejuicio
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hermanas.
Elizabeth no hizo más que una ligera inclinación de cabeza. Se acordó
al instante de la última vez que el nombre de Bingley había sido
mencionado entre ellos, y a juzgar por la expresión de Darcy, él debía estar
pensando en lo mismo.
––Con sus amigos viene también una persona que tiene especial deseo
de conocerla a usted ––prosiguió al cabo de una pausa––. ¿Me permitirá, o
es pedirle demasiado, que le presente a mi hermana mientras están ustedes
en Lambton?
Elizabeth se quedó boquiabierta. No alcanzaba a imaginar cómo podía
pretender aquello la señorita Darcy; pero en seguida comprendió que el
deseo de ésta era obra de su hermano, y sin sacar más conclusiones, le
pareció muy halagador. Era grato saber que Darcy no le guardaba rencor.
Siguieron andando en silencio, profundamente abstraídos los dos en sus
pensamientos. Elizabeth no podía estar tranquila, pero se sentía adulada y
complacida. La intención de Darcy de presentarle a su hermana era una
gentileza excepcional. Pronto dejaron atrás a los otros y, cuando llegaron al
coche, los señores Gardiner estaban a medio cuarto de milla de ellos.
Darcy la invitó entonces a pasar a la casa, pero Elizabeth declaró que no
estaba cansada y esperaron juntos en el césped. En aquel rato podían haber
hablado de muchas cosas, el silencio resultaba violento. Ella quería hablar
pero tenía la mente en blanco y todos los temas que se le ocurrían parecían
estar prohibidos. Al fin recordó su viaje, y habló de Matlock y Dove Dale
con gran perseverancia. El tiempo pasaba, su tía andaba muy despacio y la
paciencia y las ideas de Elizabeth se agotaban antes de que acabara el tete––
à––tete. Cuando llegaron los señores Gardiner, Darcy les invitó a todos a
entrar en la casa y tomar un refrigerio; pero ellos se excusaron y se
separaron con la mayor cortesía. Darcy les acompañó hasta el coche y
cuando éste echó a andar, Elizabeth le vio encaminarse despacio hacia la
casa.
Entonces empezaron los comentarios de los tíos; ambos declararon que
Darcy era superior a cuanto podía imaginarse.