Page 248 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XLIV
Elizabeth había calculado que Darcy llevaría a su hermana a visitarla al
día siguiente de su llegada a Pemberley, y en consecuencia, resolvió no
perder de vista la fonda en toda aquella mañana. Pero se equivocó, pues
recibió la visita el mismo día que llegaron. Los Gardiner y Elizabeth habían
estado paseando por el pueblo con algunos de los nuevos amigos, y
regresaban en aquel momento a la fonda para vestirse e ir a comer con ellos,
cuando el ruido de un carruaje les hizo asomarse a la ventana y vieron a un
caballero y a una señorita en un cabriolé que subía por la calle. Elizabeth
reconoció al instante la librea de los lacayos, adivinó lo que aquello
significaba y dejó a sus tíos atónitos al comunicarles el honor que les
esperaba. Estaban asustados; aquella visita, lo desconcertada que estaba
Elizabeth y las circunstancias del día anterior les hicieron formar una nueva
idea del asunto. No había habido nada que lo sugiriese anteriormente, pero
ahora se daban cuenta que no había otro modo de explicar las atenciones de
Darcy más que suponiéndole interesado por su sobrina. Mientras ellos
pensaban en todo esto, la turbación de Elizabeth aumentaba por momentos.
Le alarmaba su propio desconcierto, y entre las otras causas de su
desasosiego figuraba la idea de que Darcy, en su entusiasmo, le hubiese
hablado de ella a su hermana con demasiado elogio. Deseaba agradar más
que nunca, pero sospechaba que no iba a poder conseguirlo.
Se retiró de la ventana por temor a que la viesen, y, mientras paseaba de
un lado a otro de la habitación, las miradas interrogantes de sus tíos la