Page 252 - Orgullo y prejuicio
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ellos  el  tiempo  suficiente  para  oír  sus  comentarios  favorables  acerca  de

                Bingley, y se apresuró a vestirse.
                     Pero  estaba  muy  equivocada  al  temer  la  curiosidad  de  los  señores
                Gardiner, que no tenían la menor intención de hacerle hablar. Era evidente

                que sus relaciones con Darcy eran mucho más serias de lo que ellos habían
                creído, y estaba más claro que el agua que él estaba enamoradísimo de ella.

                Habían  visto  muchas  cosas  que  les  interesaban,  pero  no  justificaban  su
                indagación.

                     Lo importante ahora era que Darcy fuese un buen muchacho. Por lo que
                ellos podían haber apreciado, no tenía peros. Sus amabilidades les habían

                conmovido, y si hubiesen tenido que describir su carácter según su propia
                opinión  y  según  los  informes  de  su  sirvienta,  prescindiendo  de  cualquier
                otra referencia, lo habrían hecho de tal modo que el círculo de Hertfordshire

                que le conocía no lo habría reconocido. Deseaban ahora dar crédito al ama
                de llaves y pronto convinieron en que el testimonio de una criada que le

                conocía  desde  los  cuatro  años  y  que  parecía  tan  respetable,  no  podía  ser
                puesto  en  tela  de  juicio.  Por  otra  parte,  en  lo  que  decían  sus  amigos  de

                Lambton no había nada capaz de aminorar el peso de aquel testimonio. No
                le  acusaban  más  que  de  orgullo;  orgulloso  puede  que  sí  lo  fuera,  pero,

                aunque  no  lo  hubiera  sido,  los  habitantes  de  aquella  pequeña  ciudad
                comercial, donde nunca iba la familia de Pemberley, del mismo modo le
                habrían atribuido el calificativo. Pero decían que era muy generoso y que

                hacía mucho bien entre los pobres.
                     En cuanto a Wickham, los viajeros vieron pronto que no se le tenía allí

                en mucha estima; no se sabía lo principal de sus relaciones con el hijo de su
                señor, pero en cambio era notorio el hecho de que al salir de Derbyshire

                había dejado una multitud de deudas que Darcy había pagado.
                     Elizabeth pensó aquella noche en Pemberley más aún que la anterior. Le

                pareció  larguísima,  pero  no  lo  bastante  para  determinar  sus  sentimientos
                hacia  uno  de  los  habitantes  de  la  mansión.  Después  de  acostarse  estuvo
                despierta durante dos horas intentando descifrarlos. No le odiaba, eso no; el

                odio se había desvanecido hacía mucho, y durante casi todo ese tiempo se
                había  avergonzado  de  haber  sentido  contra  aquella  persona  un  desagrado
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