Page 251 - Orgullo y prejuicio
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aunque  fuese  pasajera,  había  durado,  al  menos,  hasta  la  fecha.  Al  verle

                intentando ser sociable, procurando la buena opinión de los allí presentes,
                con los que tener algún trato hacía unos meses habría significado para él
                una deshonra; al verle tan cortés, no sólo con ella, sino con los mismísimos

                parientes que había despreciado, y recordaba la violenta escena en la casa
                parroquial de Hunsford, la diferencia, el cambio era tan grande, que a duras

                penas  pudo  impedir  que  su  asombro  se  hiciera  visible.  Nunca,  ni  en
                compañía  de  sus  queridos  amigos  en  Netherfield,  ni  en  la  de  sus

                encopetadas parientes de Rosings, le había hallado tan ansioso de agradar,
                tan ajeno a darse importancia ni a mostrarse reservado, como ahora en que

                ninguna vanidad podía obtener con el éxito de su empeño, y en que el trato
                con  aquellos  a  quienes  colmaba  de  atenciones  habría  sido  censurado  y
                ridiculizado por las señoras de Netherfield y de Rosings.

                     La visita duró una media hora, y cuando se levantaron para despedirse,
                Darcy pidió a su hermana que apoyase la invitación a los Gardiner y a la

                señorita Bennet, para que fuesen a cenar en Pemberley antes de irse de la
                comarca. La señorita Darcy, aunque con una timidez que descubría su poca

                costumbre  de  hacer  invitaciones,  obedeció  al  punto.  La  señora  Gardiner
                miró a su sobrina para ver cómo ésta, a quien iba dirigida la invitación, la

                acogería; pero Elizabeth había vuelto la cabeza. Presumió, sin embargo, que
                su estudiada evasiva significaba más bien un momentáneo desconcierto que
                disgusto por la proposición, y viendo a su marido, que era muy aficionado a

                la vida social, deseoso de acceder, se arriesgó a aceptar en nombre de los
                tres; y la fecha se fijó para dos días después.

                     Bingley  se  manifestó  encantado  de  saber  que  iba  a  volver  a  ver  a
                Elizabeth,  pues  tenía  que  decirle  aún  muchas  cosas  y  hacerle  muchas

                preguntas  acerca  de  todos  los  amigos  de  Hertfordshire.  Elizabeth  creyó
                entender  que  deseaba  oírle  hablar  de  su  hermana  y  se  quedó  muy

                complacida. Este y algunos otros detalles de la visita la dejaron dispuesta,
                en  cuanto  se  hubieron  ido  sus  amigos,  a  recordarla  con  agrado,  aunque
                durante la misma se  hubiese sentido un poco incómoda. Con el ansia de

                estar sola y temerosa de las preguntas o suposiciones de sus tíos, estuvo con
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