Page 246 - Orgullo y prejuicio
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––Su educación es perfecta y su elegancia y sencillez admirables ––dijo

                su tío.
                     ––Hay en él un poco de altivez ––añadió la tía pero sólo en su porte, y
                no le sienta mal. Puedo decir, como el ama de llaves, que aunque se le tache

                de orgulloso, no se le nota nada.
                     ––Su  actitud  con  nosotros  me  ha  dejado  atónito.  Ha  estado  más  que

                cortés, ha estado francamente atento y nada le obligaba a ello. Su amistad
                con Elizabeth era muy superficial.

                     ––Claro que no es tan guapo como Wickham ––repuso la tía––; o, mejor
                dicho, que no es tan bien plantado, pero sus facciones son perfectas. ¿Cómo

                pudiste decirnos que era tan desagradable, Lizzy?
                     Elizabeth  se  disculpó  como  pudo;  dijo  que  al  verse  en  Kent  le  había
                agradado más que antes y que nunca le había encontrado tan complaciente

                como aquella mañana.
                     ––Puede que sea un poco caprichoso en su cortesía ––replicó el tío––;

                esos señores tan encopetados suelen ser así. Por eso no le tomaré la palabra
                en lo referente a la pesca, no vaya a ser que otro día cambie de parecer y me

                eche de la finca.
                     Elizabeth  se  dio  cuenta  de  que  estaban  completamente  equivocados

                sobre su carácter, pero no dijo nada.
                     ––Después  de  haberle  visto  ahora,  nunca  habría  creído  que  pudiese
                portarse  tan  mal  como  lo  hizo  con  Wickham  ––continuó  la  señora

                Gardiner––,  no  parece  un  desalmado.  Al  contrario,  tiene  un  gesto  muy
                agradable al hablar. Y hay también una dignidad en su rostro que a nadie

                podría  hacer  pensar  que  no  tiene  buen  corazón.  Pero,  a  decir  verdad,  la
                buena mujer que nos enseñó la casa exageraba un poco su carácter. Hubo

                veces que casi se me escapaba la risa. Lo que pasa es que debe ser un amo
                muy generoso y eso, a los ojos de un criado, equivale a todas las virtudes.

                     Al oír esto, Elizabeth creyó que debía decir algo en defensa del proceder
                de Darcy con Wickham. Con todo el cuidado que le fue posible, trató de
                insinuarles  que,  por  lo  que  había  oído  decir  a  sus  parientes  de  Kent,  sus

                actos podían interpretarse de muy distinto modo, y que ni su carácter era tan
                malo ni el de Wickham tan bueno como en Hertfordshire se había creído.
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