Page 250 - Orgullo y prejuicio
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Elizabeth,  por  su  parte,  tenía  mucho  que  hacer.  Debía  adivinar  los

                sentimientos  de  cada  uno  de  sus  visitantes  y  al  mismo  tiempo  tenía  que
                contener  los  suyos  y  hacerse  agradable  a  todos.  Bien  es  verdad  que  lo
                último, que era lo que más miedo le daba, era lo que con más seguridad

                podía conseguir, pues los interesados estaban ya muy predispuestos en su
                favor.  Bingley  estaba  listo,  Georgiana  lo  deseaba  y  Darcy  estaba

                completamente decidido.
                     Al  ver  a  Bingley,  los  pensamientos  de  Elizabeth  volaron,  como  es

                natural, hacia su hermana, y se dedicó afanosamente a observar si alguno de
                los pensamientos de aquél iban en la misma dirección. Se hacía ilusiones

                pensando que hablaba menos que en otras ocasiones, y una o dos veces se
                complació  en  la  idea  de  que,  al  mirarla,  Bingley  trataba  de  buscar  un
                parecido.  Pero,  aunque  todo  eso  no  fuesen  más  que  fantasías  suyas,  no

                podía equivocarse en cuanto a su conducta con la señorita Darcy, de la que
                le habían hablado como presunta rival de Jane. No notó ni una mirada por

                parte del uno ni por parte del otro que pudiese justificar las esperanzas de la
                hermana  de  Bingley.  En  lo  referente  a  este  tema  se  quedó  plena-mente

                satisfecha. Antes  de que se  fueran, todavía notó por  dos  o tres pequeños
                detalles que Bingley se acordaba de Jane con ternura y parecía que quería

                decir  algo  más  y  que  no  se  atrevía.  En  un  momento  en  que  los  demás
                conversaban, lo dijo en un tono pesaroso:
                     ––¡Cuánto tiempo hacía que no tenía el gusto de verla!

                     Y, antes de que Elizabeth tuviese tiempo de responder, añadió:
                     ––Hace cerca de ocho meses. No nos habíamos visto desde el veintiséis

                de noviembre cuando bailamos todos juntos en Netherfield.
                     Elizabeth  se  alegró  de  ver  que  no  le  fallaba  la  memoria.  Después,

                aprovechando  que  los  demás  estaban  distraídos,  le  preguntó  si  todas  sus
                hermanas estaban en Longbourn. Ni la pregunta ni el recuerdo anterior eran

                importantes, pero la mirada y el gesto de Bingley fueron muy significativos.
                     Elizabeth no miraba muy a menudo a Darcy; pero cuando lo hacía, veía
                en él una expresión de complacencia y en lo que decía percibía un acento

                que borraba todo desdén o altanería hacia sus acompañantes, y la convencía
                de que la mejoría de su carácter de la que había sido testigo el día anterior,
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