Page 244 - Orgullo y prejuicio
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supiera que tenía parientes de los que no había por qué avergonzarse.
Escuchó atentamente lo que decían y se ufanó de las frases y observaciones
de su tío que demostraban su inteligencia, su buen gusto y sus excelentes
modales.
La conversación recayó pronto sobre la pesca, y Elizabeth oyó que
Darcy invitaba a su tío a ir a pescar allí siempre que quisiera mientras
estuviesen en la ciudad vecina, ofreciéndose incluso a procurarle aparejos y
señalándole los puntos del río más indicados para pescar. La señora
Gardiner, que paseaba del brazo de Elizabeth, la miraba con expresión de
incredulidad. Elizabeth no dijo nada, pero estaba sumamente complacida;
las atenciones de Darcy debían dirigirse a ella seguramente. Su asombro,
sin embargo, era extraordinario y no podía dejar de repetirse: «¿Por qué
estará tan cambiado? No puede ser por mí, no puede ser por mi causa que
sus modales se hayan suavizado tanto. Mis reproches en Hunsford no
pueden haber efectuado una transformación semejante. Es imposible que
aún me ame.»
Después de andar un tiempo de esta forma, las dos señoras delante y los
dos caballeros detrás, al volver a emprender el camino, después de un
descenso al borde del río para ver mejor una curiosa planta acuática, hubo
un cambio de parejas. Lo originó la señora Gardiner, que fatigada por el
trajín del día, encontraba el brazo de Elizabeth demasiado débil para
sostenerla y prefirió, por lo tanto, el de su marido. Darcy entonces se puso
al lado de la sobrina y siguieron así su paseo. Después de un corto silencio,
Elizabeth tomó la palabra. Quería hacerle saber que antes de ir a Pemberley
se había cerciorado de que él no estaba y que su llegada les era totalmente
inesperada.
––Su ama de llaves ––añadió–– nos informó que no llegaría usted hasta
mañana; y aun antes de salir de Bakewell nos dijeron que tardaría usted en
volver a Derbyshire.
Darcy reconoció que así era, pero unos asuntos que tenía que resolver
con su administrador le habían obligado a adelantarse a sus acompañantes.
––Mañana temprano ––continuó–– se reunirán todos conmigo. Entre
ellos hay conocidos suyos que desearán verla; el señor Bingley y sus