Page 278 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO XLVIII
Todos esperaban carta del señor Bennet a la mañana siguiente; pero
llegó el correo y no trajo ni una línea suya. Su familia sabía que no era muy
aficionado a escribir, pero en aquella ocasión creían que bien podía hacer
una excepción. Se vieron, por tanto, obligados a suponer que no había
buenas noticias; pero incluso en ese caso, preferían tener la certeza. El
señor Gardiner esperó sólo a que llegase el correo y se marchó.
Cuando se fue todos se quedaron con la seguridad de que así, al menos
tendrían constante información de lo que ocurriese. El señor Gardiner les
prometió persuadir al señor Bennet de que regresara a Longbourn cuanto
antes para consuelo de su esposa, que consideraba su vuelta como única
garantía de que no moriría en el duelo.
La señora Gardiner y sus hijos permanecerían en Hertfordshire unos
días más, pues ésta creía que su presencia sería útil a sus sobrinas. Las
ayudaba a cuidar a la señora Bennet y les servía de gran alivio en sus horas
libres. Su otra tía las visitaba a menudo con el fin, según decía, de darles
ánimos; pero como siempre les contaba algún nuevo ejemplo de los
despilfarros y de la falta de escrúpulos de Wickham, rara vez se marchaba
sin dejarlas aún más descorazonadas.
Todo Meryton se empeñaba en desacreditar al hombre que sólo tres
meses antes había sido considerado como un ángel de luz. Se decía que
debía dinero en todos los comercios de la ciudad, y sus intrigas, honradas
con el nombre de seducciones, se extendían a todas las familias de los