Page 290 - Orgullo y prejuicio
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La señora Hill manifestó su satisfacción y les dio sus parabienes a todas.

                Elizabeth, mareada ante tanta locura, se refugió en su cuarto para dar libre
                curso a sus pensamientos.
                     La situación de la pobre Lydia había de ser, aun poniéndose en lo mejor,

                bastante mala; pero no era eso lo peor; tenía que estar aún agradecida, pues
                aunque mirando al porvenir su hermana no podía esperar ninguna felicidad

                razonable ni ninguna prosperidad en el mundo, mirando hacia atrás, a lo
                que sólo dos horas antes Elizabeth había temido tanto, no se podía negar

                que todavía había tenido suerte.
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