Page 291 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO L
Anteriormente, el señor Bennet había querido muchas veces ahorrar una
cierta cantidad anual para mejorar el caudal de sus hijas y de su mujer, si
ésta le sobrevivía, en vez de gastar todos sus ingresos. Y ahora se arrepentía
de no haberlo hecho. Esto le habría evitado a Lydia endeudarse con su tío
por todo lo que ahora tenía que hacer por ella tanto en lo referente a la
honra como al dinero. Habría podido darse, además, el gusto de tentar a
cualquiera de los más brillantes jóvenes de Gran Bretaña a casarse con ella.
Estaba seriamente consternado de que por un asunto que tan pocas
ventajas ofrecía para nadie, su cuñado tuviese que hacer tantos sacrificios, y
quería averiguar el importe de su donativo a fin de devolvérselo cuando le
fuese posible.
En los primeros tiempos del matrimonio del señor Bennet, se consideró
que no había ninguna necesidad de hacer economía, pues se daba por
descontado que nacería un hijo varón y que éste heredaría la hacienda al
llegar a la edad conveniente, con lo que la viuda y las hijas quedarían
aseguradas. Pero vinieron al mundo sucesivamente cinco hijas y el varón no
aparecía. Años después del nacimiento de Lydia, la señora Bennet creía aún
que llegaría el heredero, pero al fin se dio ya por vencida. Ahora era
demasiado tarde para ahorrar: la señora Bennet no tenía ninguna aptitud
para la economía y el amor de su marido a la independencia fue lo único
que impidió que se excediesen en sus gastos.