Page 296 - Orgullo y prejuicio
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Sur. Está muy bien y os ruega sumisamente que os acordéis de ella

                     su madre y tú.>/p>
                         Tuyo,
                                                                                         E. Gardiner.




                     El señor Bennet y sus hijas comprendieron las ventajas de que Wickham
                saliese de la guarnición del condado tan claramente como el señor Gardiner;

                pero la señora Bennet no estaba tan satisfecha como ellos. Le disgustaba
                mucho  que  Lydia  se  estableciese  en  el  Norte  precisamente  cuando  ella

                esperaba  con  placer  y  orgullo  disfrutar  de  su  compañía,  pues  no  había
                renunciado a su ilusión de que residiera en Hertfordshire. Y además era una
                lástima que Lydia se separase de un regimiento donde todos la conocían y

                donde tenía tantos admiradores.
                     ––Quiere tanto a la señora Forster, que le será muy duro abandonarla. Y,

                además, hay varios muchachos que le gustan. Puede que los oficiales del
                regimiento del general X no sean tan simpáticos.

                     La  súplica  ––pues  como  tal  había  de  considerarse  de  su  hija  de  ser
                admitida de nuevo en la familia antes de partir para el Norte fue al principio

                rotundamente denegada; pero Jane y Elizabeth, por los sentimientos y por el
                porvenir  de  su  hermana,  deseaban  que  notificase  su  matrimonio  a  sus
                padres en persona, e insistieron con tal interés, suavidad y dulzura en que el

                señor  Bennet  accediese  a  recibirles  a  ella  y  a  su  marido  en  Longbourn
                después de la boda, que le convencieron. De modo que la señora Bennet

                tuvo la satisfacción de saber que podrían presentar a la vecindad a su hija
                casada antes de que fuese desterrada al Norte. En consecuencia, cuando el
                señor Bennet volvió a escribir a su cuñado, le dio permiso para que la pareja

                viniese, y se determinó que al acabar la ceremonia saldrían para Longbourn.
                Elizabeth  se  quejó  de  que  Wickham  aceptase  este  plan,  y  si  se  hubiese

                guiado  sólo  por  sus  propios  deseos,  Wickham  sería  para  ella  la  última
                persona con quien querría encontrarse.
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