Page 297 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LI
Llegó el día de la boda de Lydia, y Jane y Elizabeth se interesaron por
ella probablemente más que ella misma. Se envió el coche a buscarlos a X,
y volvería con ellos a la hora de comer. Jane y Elizabeth temían su llegada,
especialmente Jane, que suponía en Lydia los mismos sentimientos que a
ella la habrían embargado si hubiese sido la culpable, y se atormentaba
pensando en lo que Lydia debía sufrir.
Llegaron. La familia estaba reunida en el saloncillo esperándolos. La
sonrisa adornaba el rostro de la señora Bennet cuando el coche se detuvo
frente a la puerta; su marido estaba impenetrablemente serio, y sus hijas,
alarmadas, ansiosas e inquietas.
Se oyó la voz de Lydia en el vestíbulo; se abrió la puerta y la recién
casada entró en la habitación. Su madre se levantó, la abrazó y le dio con
entusiasmo la bienvenida, tendiéndole la mano a Wickham que seguía a su
mujer, deseándoles a ambos la mayor felicidad, con una presteza que
demostraba su convicción de que sin duda serían felices.
El recibimiento del señor Bennet, hacia quien se dirigieron luego, ya no
fue tan cordial. Reafirmó su seriedad y apenas abrió los labios. La
tranquilidad de la joven pareja era realmente suficiente para provocarle. A
Elizabeth le daban vergüenza e incluso Jane estaba escandalizada. Lydia
seguía siendo Lydia: indómita, descarada, insensata, chillona y atrevida.
Fue de hermana en hermana pidiéndoles que la felicitaran, y cuando al fin
se sentaron todos, miró con avidez por toda la estancia, notando que había