Page 299 - Orgullo y prejuicio
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tiempo de ver cómo Lydia, pavoneándose, se colocaba en la mesa al lado
derecho de su madre y le decía a su hermana mayor:
––Jane, ahora me corresponde a mí tu puesto. Tú pasas a segundo lugar,
porque yo soy una señora casada.
No cabía suponer que el tiempo diese a Lydia aquella mesura de la que
siempre había carecido. Su tranquilidad de espíritu y su desenfado iban en
aumento. Estaba impaciente por ver a la señora Philips, a los Lucas y a
todos los demás vecinos, para oír cómo la llamaban «señora Wickham».
Mientras tanto, después de comer, fue a enseñar su anillo de boda a la
señora Hill y a las dos criadas para presumir de casada.
––Bien, mamá ––dijo cuando todos volvieron al saloncillo––, ¿qué te
parece mi marido? ¿No es encantador? Estoy segura de que todas mis
hermanas me envidian; sólo deseo que tengan la mitad de suerte que yo.
Deberían ir a Brighton; es un sitio ideal para conseguir marido. ¡Qué pena
que no hayamos ido todos!
––Es verdad. Si yo mandase, habríamos ido. Lydia, querida mía, no me
gusta nada que te vayas tan lejos. ¿Tiene que ser así?
––¡Oh, Señor! Sí, no hay más remedio. Pero me gustará mucho. Tú,
papá y mis hermanas tenéis que venir a vernos. Estaremos en Newcastle
todo el invierno, y habrá seguramente algunos bailes; procuraré conseguir
buenas parejas para todas.
––¡Eso es lo que más me gustaría! ––suspiró su madre.
––Y cuando regreséis, que se queden con nosotros una o dos de mis
hermanas, y estoy segura de que les habré encontrado marido antes de que
acabe el invierno:
––Te agradezco la intención ––repuso Elizabeth––, pero no me gusta
mucho que digamos tu manera de conseguir marido.
Los invitados iban a estar en Longbourn diez días solamente. Wickham
había recibido su destino antes de salir de Londres y tenía que incorporarse
a su regimiento dentro de una quincena.
Nadie, excepto la señora Bennet, sentía que su estancia fuese tan corta.
La mayor parte del tiempo se lo pasó en hacer visitas acompañada de su
hija y en organizar fiestas en la casa. Las fiestas eran gratas a todos; evitar