Page 288 - Orgullo y prejuicio
P. 288

no  tiene  ni  medio  chelín.  Jamás  podremos  pagar  la  bondad  del  tío.  El

                llevarla  a  su  casa  y  ponerla  bajo  su  dirección  y  amparo  personal  es  un
                sacrificio que nunca podremos agradecer bastante. Ahora debe de estar con
                ellos.  Si  tanta  bondad  no  le  hace  sentirse  miserable,  nunca  merecerá  ser

                feliz. ¡Qué vergüenza para ella encontrarse cara a cara con nuestra tía!
                     ––Unos y otros hemos de procurar olvidar lo sucedido ––dijo Jane––:

                Espero  que  todavía  sean  dichosos.  A  mi  modo  de  ver,  el  hecho  de  que
                Wickham haya accedido a casarse es prueba de que ha entrado por el buen

                camino. Su mutuo afecto les hará sentar la cabeza y confío que les volverá
                tan razonables que con el tiempo nos harán olvidar su pasada imprudencia:

                     ––Se han portado de tal forma ––replicó Elizabeth–– que ni tú; ni yo, ni
                nadie podrá olvidarla nunca. Es inútil hablar de eso.
                     Se  les  ocurrió  entonces  a  las  muchachas  que  su  madre  ignoraba  por

                completo todo aquello. Fueron a la biblioteca y le preguntaron a su padre si
                quería que se lo dijeran. El señor Bennet estaba escribiendo y sin levantar la

                cabeza contestó fríamente:
                     ––Como gustéis.

                     ––¿Podemos enseñarle la carta de tío Gardiner?
                     ––Enseñadle lo que queráis y largaos.

                     Elizabeth  cogió  la  carta  de  encima  del  escritorio  y  las  dos  hermanas
                subieron  a  la  habitación  de  su  madre.  Mary  y  Catherine  estaban  con  la
                señora Bennet, y, por lo tanto, tenían que enterarse también. Después de una

                ligera preparación para las buenas nuevas, se leyó la carta en voz alta. La
                señora  Bennet  apenas  pudo  contenerse,  y  en  cuanto  Jane  llegó  a  las

                esperanzas del señor Gardiner de que Lydia estaría pronto casada, estalló su
                gozo,  y  todas  las  frases  siguientes  lo  aumentaron.  El  júbilo  le  producía

                ahora una exaltación que la angustia y el pesar no le habían ocasionado. Lo
                principal  era  que  su  hija  se  casase;  el  temor  de  que  no  fuera  feliz  no  le

                preocupó lo más mínimo, no la humilló el pensar en su mal proceder.
                     ––¡Mi  querida,  mi  adorada  Lydia!  ––exclamó––.  ¡Es  estupendo!  ¡Se
                casará! ¡La volveré a ver! ¡Casada a los dieciséis años! ¡Oh, qué bueno y

                cariñoso eres, hermano mío! ¡Ya sabía yo que había de ser así, que todo se
                arreglaría!  ¡Qué  ganas  tengo  de  verla,  y  también  al  querido  Wickham!
   283   284   285   286   287   288   289   290   291   292   293