Page 312 - Orgullo y prejuicio
P. 312

CAPÍTULO LIII





                     Wickham quedó tan escarmentado con aquella conversación que nunca
                volvió  a  exponerse,  ni  a  provocar  a  su  querida  hermana  Elizabeth  a

                reanudarla.  Y  ella  se  alegró  de  haber  dicho  lo  suficiente  para  que  no
                mencionase el tema más.

                     Llegó el día de la partida del joven matrimonio, y la señora Bennet se
                vio  forzada  a  una  separación  que  al  parecer  iba  a  durar  un  año,  por  lo

                menos, ya que de ningún modo entraba en los cálculos del señor Bennet el
                que fuesen todos a Newcastle.

                     ––¡Oh, señor! ¡No lo sé! ¡Acaso tardaremos dos o tres años!
                     ––Escríbeme muy a menudo, querida.
                     ––Tan a menudo como pueda. Pero ya sabes que las mujeres casadas no

                disponemos  de  mucho  tiempo  para  escribir.  Mis  hermanas  sí  podrán
                escribirme; no tendrán otra cosa que hacer.

                     El  adiós  de  Wickham  fue  mucho  más  cariñoso  que  el  de  su  mujer.
                Sonrió, estuvo muy agradable y dijo cosas encantadoras.

                     ––Es  un  joven  muy  fino  ––dijo  el  señor  Bennet  en  cuanto  se  habían
                ido––; no he visto nunca otro igual. Es una máquina de sonrisas y nos hace

                la pelota a todos. Estoy orgullosísimo de él. Desafío al mismo sir William
                Lucas a que consiga un yerno más valioso.
                     La pérdida de su hija sumió en la tristeza a la señora Bennet por varios

                días.
   307   308   309   310   311   312   313   314   315   316   317